Por…  BEATRIZ DE MAJO

Pobres condiciones climáticas y una demanda global disparada son las causantes de la inflación mundial de los precios de los alimentos. China está en un extremo de la ecuación. América Latina, en el otro.

El precio de la soya está alcanzando los niveles pico que desataron la crisis alimentaria de 2007 y 2008 mientras China llegó a su cifra récord de demanda de granos en marzo pasado.

La causante de una menor producción en América Latina es atribuible a las sequías generadas por La Niña. La realidad es que la región latinoamericana, responsable por 55% de las exportaciones mundiales de soya, ha visto sus cultivos decaer de manera dramática. Ello hace imperativo buscar soluciones en el comportamiento la otra variable del problema: el desbocado consumo de los chinos en los últimos años.

Algo similar ocurre con el maíz. Las cifras de exportaciones americanas muestran que la demanda china continúa en ascenso y que los precios del grano responden con incrementos de precios notorios. Ambos productos, soya y maíz, son importantes componentes de la cadena alimentaria por tratarse de alimento básico para el ganado y las aves que forman parte de la dieta mundial. La inflación en China no ha sido un factor desestimulante de la demanda de estos productos básicos de importación. Por el contrario, la demanda se ha mantenido por el lado del gigante chino.

Los estudiosos del tema, al examinar el comportamiento del consumidor chino, se han encontrado con un fenómeno que pudiera contribuir a que las crecientes compras de estos productos no continúen su carrera alcista.

Queda poco espacio para que el ciudadano chino incremente su ingesta calórica.

Esta ya está llegando al límite que produce estancamiento en el consumo alimentario. Un informe de Barclays Capital sugiere que el consumo chino diario de calorías per cápita se encuentra en 2.970, un promedio que se califica de “maduro”. Aun considerando el crecimiento vegetativo de la población china no pareciera que la inflación alimentaria pudiera acelerarse como consecuencia de que los chinos coman cada día más.

Lo que sí pudiera ser un factor acelerador es la tendencia que se viene observando en los últimos 5 años en cuanto a la occidentalización de la alimentación del contingente humano que compone al coloso asiático.

La adopción de una dieta cada vez más parecida a la americana por parte de la ciudadanía china, particularmente de aquellos habitantes de las urbes costeras cuya población es superior a Norteamérica como un todo, sí pudiera poner al mundo en aprietos.

Si China emulara el modelo alimenticio de los Estados Unidos, lo que está en vías de gestarse, la demanda de proteínas de ese país podría incrementarse hasta en un 25%, jalonando los precios de maíz y de soya en una proporción considerable. Las 3.770 calorías diarias que consume en promedio un americano son quizá una meta quimérica, pero la tendencia se orienta hacia allí.

Así, aunque en el largo plazo la demanda de “commodities” como soya y maíz por el lado de China tendería a estabilizarse por lo “madura” de la demanda alimentaria, el escenario del corto plazo no luce tan tranquilizante.

Suerte en sus vidas y en sus inversiones…