Por M. P. Andréu

La salinera está inmersa en una grave crisis que amenaza con llevarse por delante una actividad que ha sido la bandera de Torrevieja.                                                                                                                                         La crisis endémica que arrastra la Nueva Compañía Arrendataria de las Salinas de Torrevieja (NCAST) parece que ya ha tocado fondo. Hace unos días la dirección de esta multinacional francesa informó a sus trabajadores, a través del comité de empresa, de que no puede asumir las revisiones salariales pactadas para el año 2008 que está a punto de finalizar. Este pago ha quedado congelado pues, según un comunicado que hicieron público, este abono comprometería “más todavía tanto la situación actual como futura”, por lo que no descartaba “tener que llevar a cabo un expediente de regulación de empleo temporal, que afectaría en principio al personal destinado a la recolección de sal, unas 40 personas”. Esta última medida se concretará a principios del próximo año.
La actividad salinera dio origen a la creación de la ciudad de Torrevieja hace doscientos años y monopolizó la vida de sus habitantes hasta mediados de la década de los años setenta, cuando comenzó a arribar el turismo y transformó el municipio. La producción salinera siempre ha requerido abundante mano de obra al ser una labor manufacturera, lo atestiguan los cerca de 2.000 trabajadores que fueron empleados en algunos momentos en las salinas a finales del siglo XIX y principios del XX.
Desde 1950 y hasta la fecha se han llevado a cabo sucesivas reconversiones a raíz de diversas mecanizaciones con las cuales fue reduciéndose el número de trasladadores salineros, pasando de 1.200 obreros en 1929, a 800 en 1940, 548 en 1980, 362 en 1990, hasta quedar conformada la actual plantilla en torno a los 150 salineros.
La mecanización del complejo salinero llevada a cabo a mitad de la década de los años cincuenta, fue la más traumática al suponer un duro descalabro económico para todo un pueblo donde centenares de sus vecinos se vieron abocados a la emigración forzosa, sin otros conocimientos laborales que los de cargar la sal en los barcos a fuerza de legones y capazos.
Las razones de la crisis actual son muy distintas, pero una que es muy importante es el valor de la sal en el mercado internacional, que se cotiza a un precio muy bajo pues una tonelada de uso alimentario ronda el precio de 50 euros.
Por otra parte, países como Egipto, México, Alemania, Australia o Senegal consiguen colocar la sal en los mercados tradicionales de explotación torrevejense, como Noruega, a precios muy competitivos, mientras Salins du Midi propietaria de la NCAST alega que no puede asumir el coste laboral y su previsión de nuevas inversiones sin cesiones de los trabajadores.
En este contexto, a pesar del absentismo laboral y la baja productividad que los dirigentes de la NCAST atribuyen a sus trabajadores, estos son artífices, año tras año, de que la llamada “cosecha blanca” alcance una producción media anual fijada en torno a las 700.000 toneladas de sal, lo cual supone casi un 20% de la sal marina producida en el país.
Para los trabajadores salineros la multinacional Salins no ha sabido, o no ha querido, aprovechar la inmejorable situación geográfica de Torrevieja con sus eficaces y exclusivas instalaciones de carga de buques ni tampoco el hecho de que la laguna de Torrevieja sea una de las pocas del mundo capaz de producir sal durante casi todo el año.
Esta situación ha sido una constante en la explotación salinera local pues ya el escritor madrileño Eugenio Noel, citado por Francisco Moreno, apuntaba con una frase en 1912, “las salinas se explotan mal, de mala gana”.
A todo ello hay que sumar el abono anual al Patrimonio del Estado de casi tres millones de euros por el uso de un suelo, 38 kilómetros cuadrados, incluyendo la laguna de La Mata, que representa la mitad del término municipal torrevejense pues las lagunas siguen siendo Patrimonio del Estado. Ante esta nueva crisis las reivindicaciones de los salineros pasan por mantener las condiciones salariales -firmadas en el convenio- y tienen la sensación de estar siendo utilizados por una multinacional a la que sólo le interesa el arrendamiento que de las lagunas para que no las exploten otros, y poder así modificar para sus intereses empresariales la introducción o no de miles de toneladas de salen el mercado.

P.D. espero que mejoré su situación con la nieve que hay por todas las carreteras.