Por… Marisa Bordón Ojeda

Inversión Extranjera Directa (IED).

Uno de los impactos más importantes fue la concentración y centralización de capitales. Al comienzo del proceso se favoreció la presencia de pocos oferentes y se fijaron elevados patrimonios como requisitos para participar en las licitaciones. No hubo intención de fragmentar la propiedad de las empresas privatizadas, no se colocaron acciones en los mercados de capitales, ni se realizaron ofertas preferenciales a los usuarios y trabajadores. La falta de regulación de los sectores privatizados y las concesiones contractuales fomentaron las posteriores fusiones y adquisiciones. Desde entonces las empresas transnacionales que más activamente participaron en estas operaciones desarrollaron estrategias de integración vertical y horizontal que consolidaron la concentración de capitales, traduciéndose en menores riesgos, tasas de retorno muy elevadas y gran poder en la determinación de la estructura de precios por parte de las empresas que participaron en las privatizaciones. Tal es el caso de Telefónica, Repsol y Endesa, que a través de sus participaciones en otras empresas terminaron controlando su segmento de mercado e introduciéndose en otras actividades que nada tenían que ver con su actividad principal.

El coste de vida se incrementó por el aumento de las tarifas de los servicios públicos. Los precios aumentaron no sólo como parte de las concesiones hechas a los consorcios, sino también después de ser privatizadas por el poder que fueron adquiriendo. En el caso del servicio de telefonía, las tarifas subieron un 711% antes de la transferencia a manos privadas, y un 124,4% entre 1991 y 2001 [4], lo que hizo que el precio en Argentina superara ampliamente al internacional. Telefónica de Argentina se convirtió en la sede internacional que más beneficios reportaba a su matriz en España durante esta década.

En cuanto al mercado laboral, la entrada de IED española no creó empleo sino que lo destruyó. El desempleo pasó del 7% al 18% en 10 años, no sólo por la reorganización de las empresas privatizadas que expulsan trabajadores, sino también por la importación de insumos del exterior que perjudica a algunas empresas proveedoras del Estado. Por otro lado, la integración vertical y horizontal protagonizada por las empresas españolas produjo una unificación de intereses ya que las empresas que en un sector son competidoras, en otro pueden ser aliadas. El interés común favoreció la flexibilización y precarización laboral, presionando los salarios a la baja, haciendo más barato el coste del trabajo y mayor la parte de la productividad de la que se apropiaron los empresarios.

En el caso de YPF, entre agosto de 1990 y abril de 1997 se despidieron 34.917 personas [5], con la llegada de Repsol a YPF se desarticularon pueblos enteros que habían nacido alrededor de la actividad petrolera de la región.

El aumento de las tarifas perjudicó en mayor medida a las familias, especialmente a la fracción de sociedad más desfavorecida, dificultándoles el acceso a los servicios públicos. Este elemento junto con la pérdida de empleos y la precarización del mercado laboral explican el aumento de la desigualdad que se produce en Argentina durante la década.

De acuerdo a las estadísticas recogidas en la CEPAL en su anuario de 2005, el porcentaje de ingreso correspondiente al primer quintil de la población (el más pobre) se redujo entre 1990 y 1999, pasando de un 1,5% a un 1,2%. En el caso del quintil más alto, el porcentaje de ingreso aumentó en el mismo período, pasando de un 39,3% en 1990 a un 42,9 en 1999.

Un impacto que no puede cuantificarse pero que resulta muy significativo es la pérdida de herramientas para la conducción de proyectos de desarrollo del país, relacionado con el carácter estratégico de las actividades en las que participa el capital extranjero.

A estos impactos sociales y económicos de la IED, que hemos analizado en términos de las inversiones españolas pero que pueden extrapolarse al resto, debe sumarse un elemento importante: los flujos de capitales de IED eran necesarios para compensar una serie de desequilibrios macroeconómicos. Esto no ocurrió debido a que la entrada de IED tuvo su contrapartida en la salida de capitales a través de repatriación de dividendos, precios de transferencia por importación de equipos e insumos y “salarios gerenciales” pagados a las casas matrices.

En resumen, analizando los impactos de la IED se puede concluir que los efectos positivos de la entrada de capitales extranjeros que sostiene la doctrina neoliberal no se han dado en Argentina.

Suerte en su vida y en sus inversiones…