Por… Natalia Escolar
 
La Tierra es un planeta finito. Crecer ilimitadamente en un planeta con límites no es posible. La ignorancia de este planteamiento obvio nos ha conducido a la actual situación de translimitación. A día de hoy, ajustarse a los límites de la Biosfera implica forzosamente una reducción del tamaño de la esfera económica, es decir decrecer.
 
La corriente de pensamiento decrecentista surge hacia los setenta tras la toma de conciencia de la crisis ecológica. Aunque tiene como punto de partida la crítica social y ecológica del modelo económico actual, recoge influencias del feminismo y reivindicaciones del Sur. Pone en entredicho la viabilidad ecológica, política y social de un sistema económico basado en el crecimiento y denuncia la sociedad de la desmesura en la que vivimos.
 
El decrecimiento no debe entenderse como un fin en sí mismo, sino como un camino a recorrer hasta alcanzar parámetros de sostenibilidad y equidad. Se trata de una reducción radical tanto en el consumo material y energético como en la generación de residuos, hasta conseguir acompasar los ritmos del proceso económico con los de producción y regeneración de la Biosfera, entrando posteriormente en una fase acrecentista que permita cubrir las necesidades reales de todas las personas.
 
Para ello, su propuesta principal es la de descolonizar nuestro imaginario. Cambiar nuestra mirada sobre la realidad para poder salir de la lógica del crecimiento y desprendernos de nuestro insostenible modo de vida. Se trata, en última instancia, de desaprender y redefinir conceptos básicos de nuestras sociedades hasta ahora regidos por la lógica del mercado, como: trabajo, bienestar, progreso, riqueza o tiempo. Sus alternativas de transición están articuladas entorno a una serie de principios acordes a una situación de recursos limitados. Conceptos positivos como proximidad, cooperación, autocontención, suficiencia, eficiencia, durabilidad y equidad nos ofrecen ideas para la construcción de nuevos enfoques con los que analizar las relaciones entre la economía, la naturaleza y la sociedad de un modo sostenible y equitativo.
 
Para ajustarse a los límites físicos con criterios de justicia el proyecto decrecentista adopta distintos significados según los diferentes contextos presentes en el planeta. Así, mientras que para las sociedades de los países del Norte el decrecimiento significaría desacoplar el concepto de bienestar y progreso al de crecimiento económico, reducir drásticamente la producción y consumo, y hacer frente a la “deuda del crecimiento” contraída con el Sur; para los países del Sur consistiría en abandonar las imposiciones que obligan a imitar las pautas del maldesarrollo occidental, así como romper con las estructuras de dependencia que impiden la construcción de sociedades autónomas.
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