El Índice de Precios de Consumo (IPC) experimentó en España un aumento de dos décimas en el mes de febrero, lo que situó la tasa interanual en el 4,4%, la más alta de los últimos 12 años, según los datos publicados por el INE. Por su parte, el IPC de la eurozona avanzó en febrero una décima hasta situarse en el 3,3% y se sitúa en el nivel más alto de su historia. El diferencial de inflación entre España y la zona euro se recorta una décima, hasta 1,1 puntos.
Tras estos malos datos se esconde una realidad todavía peor y es la redistribución de las rentas, ésto es, el desplazamiento de la riqueza desde los acreedores hacia los deudores. Un individuo que haya prestado dinero observará, cuando lo recupere, que lo que percibe tiene menos valor que lo que prestó. Los ahorradores serán castigados con la pérdida de valor de sus fondos y todos los perceptores de rentas fijas (jubilados, pensionistas, propietarios de títulos de renta fija, propietarios de viviendas en alquiler…) verán reducida la capacidad adquisitiva de sus ingresos. Mientras que, por el contrario, los que deben abonar esas rentas (el estado, las empresas emisoras, los inquilinos) percibirán un inmerecido beneficio. La situación tiene mala pinta, ¿verdad?
La política antiinflacionista que debe aplicarse para solucionar todo este estropicio, tiene dos vertientes, una fiscal, que exigirá recortes en los gastos públicos, y otra monetaria, que requerirá el control de la oferta de dinero y altos tipos de interés. Sin embargo, la efectividad de dichas medidas dependerá en grado sumo de las previsiones de los agentes económicos.
Una vez conocido el aumento de la inflación, todos nos volvemos corriendo hacia el gobierno, por un lado, y hacia el BCE, por el otro, para que apliquen la política fiscal, el primero, y la política monetaria, el segundo, y preserven así nuestro preciado poder adquisitivo. Es ahora cuando aparece la grandeza de la figura de Trichet, que ha sabido durante este tiempo mantener la independencia de la entidad que preside frente las presiones recibidas por parte de alguno de los estados miembros de la UE y, por qué no decirlo, la independencia de la política monetaria de la eurozona frente al problema subprime que nos afecta desde EE.UU.
Se han cumplido los peores pronósticos de la Comisión Europea y del BCE que llevaban varios meses avisando en sus comunicados del posible aumento del IPC comunitario, mientras tanto, los mercados a lo suyo, haciendo oídos sordos a estos avisos ¡y hasta pidiendo una bajada de tipos!
Desde foxinver, con la independencia que nos caracteriza, siempre hemos mantenido que la tan cacareada bajada de tipos sería pan para hoy y hambre para mañana, nos equivocamos, mientras no se consiga controlar la situación, será hambre para hoy y mucha más hambre para mañana.