Por…  Peter Van Doren

El único concepto que aprenden todos los estudiantes de los cursos introductorios de economía, incluso aquellos que duermen en clase, es que los precios importan. Y también aprenden que a medida que los precios aumentan, la cantidad de consumo disminuye. De tal forma que si los combustibles fósiles producen subproductos que causan efectos nocivos para la salud de terceros así como también aumentos en la temperatura de la atmósfera, la lección económica obvia es aumentar el precio de los combustibles fósiles lo suficiente a través de impuestos para contabilizar estos efectos. Entonces las compañías y los consumidores reaccionarán ante estos precios de mil maneras distintas, y el resultado será la disminución en el consumo de combustibles fósiles.

Por ejemplo, si el precio del combustible aumenta y una persona que a diario debe viajar una larga distancia entre su hogar y su trabajo decide comenzar a conducir un Prius, o mudarse más cerca de su trabajo, esto tendrá efectos positivos sobre el consumo agregado de combustibles fósiles. No es necesario adquirir un vehículo de energía eficiente para reducir el consumo de combustibles fósiles.

A pesar de que utilicé solamente dos párrafos y no matemática para articular este punto, los votantes y sus representantes electos se rehúsan a esta simple perspectiva y en cambio prefieren únicamente imponer estándares de eficiencia energética a la industria de electrodomésticos y de automóviles. El énfasis particular en la eficiencia energética en lugar de los precios tiene dos inconvenientes importantes. En primer lugar, electrodomésticos y automóviles más eficientes toman mucho más en alcanzar el equivalente de ahorro de energía que un impuesto al consumo del combustible fósil. Esto sucede porque los precios más altos animan a tomar todas las vías posibles para reducir el consumo de energía —cosa que no hacen las medidas de eficiencia energética.

En segundo lugar, más electrodomésticos y automóviles eficientes reducen los costos de operación, que lleva a los consumidores a utilizar más energía de la que hubiesen utilizado si los costos hubieran aumentado.

¿Por qué son tan populares los estándares de eficiencia? Porque ponen la culpa y la necesidad de “arreglar las cosas” sobre las empresas en lugar de sobre las personas, quienes son los que votan. También crean costos invisibles, en lugar de costos explícitos. Finalmente, le permiten a las corporaciones y otros grupos de interés como los sindicatos, moldear las regulaciones a su beneficio, mientras que los impuestos al consumo de combustible fósil son más difíciles de evitar. Por ejemplo, la mayoría parece haber olvidado que —a instancias de la industria automotriz estadounidense y sus trabajadores sindicalizados— los Estándares Promedio de Ahorro de Combustible fueron creados con regulaciones diferenciadas para los vehículos importados y los estadounidenses, con el fin de restringir el uso de las importaciones como mecanismo para alcanzar un mayor ahorro de combustible.

Suerte en sus vidas y en sus inversiones…