Por…  Gregorio Belaunde

Diciembre de 1998 y año 1999

Un académico de la prestigiosa Brookings Institution, autor de varios libros sobre banca y finanzas, llamado Martin Mayer, testifica ante una comisión del Senado de los EE.UU., que revisa la propuesta del regulador del mercado de derivados, la CFTC (Commodities and Futures Trade Commission), de regular de manera mucho más estricta estas operaciones. Meses después, la CFTC perdió la batalla y al contrario, los derivados quedaron más desregulados que nunca. Básicamente, la CFTC se quedó sola frente al Poder Legislativo, los otros reguladores del país como la FED, y el Ejecutivo, que hablaban casi todos de la necesaria modernización financiera.

Entre las cosas que dijo, resumiendo, Martin Mayer:

-la crisis asiática y rusa acababan de mostrar que el mercado OTC era un total desorden, donde ni siquiera se lograba saber cuáles eran los montos reales en juego; olvidar los montos nocionales (nominales) era un error fatal
– esa falta de transparencia era un factor de riesgo sistémico global, por lo que debía escucharse el pedido de ciertos economistas desde 1994 que esas operaciones se hicieran en mercados organizados y transparentes
– lo que los reguladores permitían hacer en términos de medición de riesgos empeoraba la situación de subestimación del riesgo
-muchos de los derivados se parecen más a apuestas que serían ilegales en varios estados americanos
– la debacle del hedge fund LTCM con la crisis rusa mostraba que los derivados que se basaban en correlaciones entre tipos de activos eran altamente peligrosos y un factor de contagio financiero adicional.

En mayo de 1999, Martin Mayer insistía con una connotada columna en el Wall Street Journal, añadiendo:
-los derivados OTC permiten un apalancamiento ilimitado y crean una ilusión peligrosa de liquidez y de seguridad; “el apalancamiento que habrá permitido multiplicar la rentabilidad terminará devastando al principal, cuando se produzca un evento no esperado”
– el desarrollo acelerado de los derivados crediticios, que son los productos más peligrosos de todos, es lo más inquietante: los bancos pierden interés en evaluar realmente el riesgo crediticio porque lo transfieren fácilmente
– los reguladores no están haciendo su trabajo y están confiando demasiado en las teorías y matemáticas que están detrás de estos productos.

Y por último, en noviembre de 1999, en su artículo “¡Que alguien prenda la luz!”, Martin Mayer comparaba, mediante una divertida ecuación, al mercado OTC de derivados con una sala de cine dónde al entrar no se podía ver cuánta gente había, cuántas salidas habían ni el espacio disponible para circular, y donde, en un momento dado alguien gritaría “¡Fuego! y todos buscarían salir al mismo tiempo teniendo poquísima información.
Y que lo peor era que los reguladores insistían en mantener las luces apagadas. Además, criticaba duramente que se confiara en las clasificadoras para evaluar riesgos, y articulaba una crítica sobre las teorías basadas en las “expectativas racionales” que estaban detrás de los modelos utilizados en el mercado.

Suerte en sus inversiones…