Por…  Gerald O’Driscoll

Los programas temporales para fomentar el gasto son siempre discutibles, pero lo son especialmente ahora, cuando el objetivo racional debería ser ahorrar más y consumir menos. Las desgravaciones fiscales para la compra de viviendas, por ejemplo, sólo consiguieron ganar ventas presentes a costa de las futuras. Estos programas fiscales, de manera previsible, deprimen el consumo futuro en vez de aumentarlo.

Lo que escasea más en estos momentos no es liquidez, sino ahorro. La Reserva Federal (Fed) puede proporcionar lo primero, pero no lo segundo. Tanto las políticas fiscales como las monetarias necesitan cambiar de enfoque. La Fed ha hecho un trabajo difícil y ha respondido más que adecuadamente a los problemas de liquidez. Ahora hay poco más que pueda hacer que sea beneficioso.

Su apuesta hacia la “flexibilización cuantitativa” (quantitative easing) al estilo de Japón es un paso equivocado. Los históricamente bajos tipos de interés mantenidos artificialmente —sobre los que el Banco de Pagos Internacionales (Bank of International Settlements, BIS), el banco de bancos centrales, advertía en su informe anual de 2009/2010— de forma inevitable acaban distorsionando la actividad económica, como ha sucedido durante el boom inmobiliario.

Los tipos de interés bajos ralentizan el proceso de restauración de los balances manteniendo los precios de los activos artificialmente inflados. Además, también penalizan el ahorro, y prolongan así el proceso de reconstrucción de los balances de los agentes económicos.

En la esfera fiscal, la política debe reorientarse desde el estímulo al consumo hacia el fomento de la inversión productiva (no de la renovada especulación financiera). Eso significa que no se deberían producir incrementos en los impuestos a los ingresos o nuevas leyes tremendamente costosas —como la ley de reforma sanitaria de Obama. En particular, los recortes de impuestos de Bush no deberían expirar.

El gran error

No importa cómo lo presente la administración, su expiración implicaría un importante incremento en las tasas impositivas marginales en medio de un periodo de dificultades económicas. Ello pondría un nuevo obstáculo al ahorro y la acumulación de capital, desincentivando a las empresas a que se expandan y contraten trabajadores.

El Secretario del Tesoro de EE.UU., Tim Geithner, está proponiendo repetir el error de Herbert Hoover —presidente republicano de EE.UU. desde 1929 hasta 1933, anterior a Franklin Roosevelt, autor del New Deal— quien persuadió al Congreso a que subiera los impuestos en 1932.

Los mercados son resistentes y elásticos, pero su recuperación puede ser obstaculizada por las malas políticas. En la actualidad, tanto las políticas monetarias como las fiscales van por el camino equivocado.

Suerte en su vida y en sus inversiones…