Por… Daniel J. Ikenson

Decir que el rescate económico de la industria automotriz de EE.UU. fue exitoso requiere de una ingenuidad absoluta o de una ignorancia voluntaria. Es cierto que la General Motors ha reportado recientes ganancias y que Chrysler ha pagado una gran porción de su deuda con la Tesorería. Pero calificar esto como un éxito es como celebrar la recuperación de un conductor borracho, mientras que se ignora la condición de la familia que él perjudicó severamente.

La razón para rechazar el rescate automotriz no era que el gobierno federal no fuese capaz de conseguir los recursos necesarios para ayudar a GM y a Chrysler. Las preocupaciones más serias tenían que ver con las consecuencias de esa intervención —el golpe al Estado de Derecho, las confiscaciones de propiedad privada, las decisiones politizadas y la distorsión de las señales del mercado.

Cualquier veredicto sobre el rescate automotriz debe considerar, entre otras cosas, los miles de millones de dólares que fueron robados de los titulares de bonos de la empresa; los “premiums” de alto riesgo que, como consecuencia de esto, se agregaron a la deuda corporativa de EE.UU.; los costos de negarles a Ford y a otros fabricantes de autos más merecedores el botín de la competencia; los costos de proteger a los actores irresponsables, como el sindicato de la industria automotriz de EE.UU. (UAW, por sus siglas en inglés), del resultado de un procedimiento de declaración de bancarrota apolítico; la disminución de la autoridad moral de EE.UU. para aconsejar a los gobiernos de otros países en contra de que intervengan en el mercado; y la persistente incertidumbre acerca de las políticas que impregnan el clima de negocios en el país hasta el día de hoy.

Las recientes ganancias de GM y el reciente repunte de Chrysler solamente se explican por el hecho de que los políticos dedicaron más de $80.000 millones de dólares a la tarea de rescatar esas empresas y el sindicato UAW.

Con las deudas eliminadas, el efectivo inyectado, las ineficiencias removidas, la propiedad reconstituida, las ventas a descuento garantizadas y los obstáculos políticos superados —todo esto en medio de una recuperación de la demanda de autos en EE.UU.— solamente las operaciones más incompetentes podrían fallar y no producir ganancias.

Pero a los contribuyentes todavía le deben entre $10.000 a $20.000 millones (dependiendo el precio que obtengan los 500 millones de acciones que el gobierno tiene de GM) y todavía hay un significante exceso de capacidad en la industria automotriz. ¿Usted cree que Ford podría sentir que se ha “ahorrado” su rescate y que podría querer redimirlo si tiene problemas lidiando con la próxima recesión?

Con ese estándar tan bajo para declarar como exitoso un rescate financiero, con seguridad estaremos evaluando muchos más de estos en el futuro.

Suerte en su vida y en sus inversiones…