Por…  Elsa del Castillo

Hace algún tiempo, una empresa constructora local me comentaba que los valores de su compañía habían sido definidos a través de una consulta a sus principales grupos de interés. Es decir, los valores de la empresa eran aquéllos que la gente percibía como elementos distintivos en la forma de operar de la compañía. La idea de la consulta me pareció muy buena. Hoy con el crowdsourcing podría llevarse este tipo de iniciativas a escalas aún mayores.

El crowdsourcing, término acuñado por Jeff Howe en la revista Wired, permite que una organización se comunique con una comunidad determinada para que, mediante el uso de la tecnología Web 2.0, pueda externalizar masivamente una tarea. El concepto se centra en la cooperación a gran escala y, según su creador, en la actualidad se usa para distintos fines: para financiar proyectos (crowdfunding); para co-crear ideas y proyectos (crowdcreation); para emitir opiniones (crowdvoting) y, para compartir conocimientos (crowd wisdom).

Esta tendencia, bien empleada, valora el aporte de una comunidad amplia, aprovecha de forma positiva su diversidad y la pone en acción para diferentes fines. Detrás del modelo está el compartir la creatividad, fortalecer la transparencia de información y la rendición de cuentas de las empresas, involucrar a muchas personas en una idea o proyecto y, en consecuencia, generar una especie de virus de compromiso con la tarea propuesta. Por supuesto, como todo en la vida, puede ser bien o mal utilizada pues, como varios autores han señalado, mal aplicada podría convertirse en un medio para que aprovechar el trabajo de otros sin ningún tipo de beneficio recíproco (aunque muchos participantes declaran su entusiasmo en participar solo por el hecho de compartir y opinar).

Un estudio realizado en 2010 por The Weber Shandwick Social Impact Team, muestra que de 200 ejecutivos responsables de los temas de RSE y relaciones comunitarias en grandes empresas a nivel mundial, 44% había utilizado el crowdsourcing en sus programas sociales. Estos directivos destacaron su utilidad para sensibilizar a diversas audiencias, invitar a clientes y consumidores no tradicionales a opinar y, en general, traer una nueva energía al proceso de generación de ideas. Estos directivos declararon usar las redes sociales para comunicar y compartir sus proyectos: Facebook (67%), blogs (60%), LinkedIn (58%), Twitter (46%) y Foursquare (44%). El estudio sugiere que para que esta estrategia de trabajo cooperativo funcione, se identifique claramente el objetivo de la consulta al público, se definan claramente los resultados esperados, haya un guía experto que trabaje con los no-expertos que participan, se definan comunidades específicas a las que se quiere llegar y se explicite el valor de la participación del público en la iniciativa.

Pero esta tendencia no solo es útil para establecer acciones con públicos externos, algunas compañías como 3M, a través de su iniciativa Innovation Live, ha logrado que sus colaboradores de 40 países generen 700 ideas innovadoras que, finalmente, han llevado a la empresa a identificar 9 nuevos mercados. Algunas otras empresas están implementando el crowdsourcing en las fases tempranas de sus procesos de planeamiento estratégico, donde se pide a las áreas que compartan sus planes en una plataforma virtual; opinen sobre las ideas de los otros en chats, blogs y foros; pongan el famoso “me gusta”; comenten sus puntos de vista y, en ese proceso, se genere una dinámica de conversación horizontal entre los miembros de una organización para alimentar los planes de la compañía y fortalecer así la transparencia y la co-creación de valor.

Suerte en sus vidas…