Por Vidivi.

El gobierno intenta salvar la moribunda economía con inyecciones millonarias de liquidez: transfusiones descomunales de dinero recién impreso para reanimar un sistema con las heridas aún por cerrar. En lugar de taponar primero los agujeros, defumigar los virus que han provocado la mayor infección del capitalismo desde la Gran Depresión del 29, el gobierno (todos los gobiernos) se empeña en insuflar sangre nueva a un cuerpo demacrado.

Así pasa lo que está pasando: que las entidades financieras –un pozo sin fondo de morosidad– demandan más y más dinero. Y mientras el Estado se endeuda a marchas forzadas, asumiendo un riesgo que no le corresponde; y que a la postre pagaremos todos, menos quienes realmente deberían. A saber, los gestores de los bancos y cajas que han cobrado pluses de escándalo por impulsar negocios descabellados, por caminar sobre el filo de la navaja. Saltaron al vacío adquiriendo deudas récord y ahora el Estado les crea una red tejida con billetes para amortiguar el golpe.

La mecánica es así de sencilla: el Estado presta dinero a las entidades por activos depreciados con el objetivo de impulsar su valor en el mercado. Pero los bancos tienen poco que perder: si esos activos suben, pueden hasta ganar dinero –o, como poco, no perderlo, que ya es mucho–; si bajan, serán las arcas públicas las que se coman la deuda.

¿Por qué el Estado no interviene directamente las entidades al borde de la quiebra en lugar de sostenerlas de forma artificial con liquidez? ¿Por qué no exige responsabilidades a quiénes han generado y extendido la basura? ¿Por qué no facilita las condiciones para que quienes lo han hecho bien absorban a los competidores que lo hicieron mal?

Son tan responsables quienes lo han hecho como quienes lo dejaron hacer.

Artículo escrito por nuestro ya habitual colaborador Vidivi, desde aquí: “gracias amigo”.