Por… Beatriz De Majo C.

En 2010, más de 500 películas fueron producidas en suelo chino, lo que le valió al país la calificación como el tercer productor fílmico del planeta. Esto, además de ser un fenómeno cultural muy resaltante, también está evidenciando al cine como un negocio multimillonario, capaz de generar una onda expansiva de trabajo y bienestar. El largometraje que obtuvo el mayor ingreso el año pasado, Aftershock (en Imax), generó una receta de 600 millones de yuanes, unos 91 millones de dólares, y la taquilla china en su conjunto tuvo una talla que se acercó a 1.500 millones de dólares. China cuenta con muchas menos salas de proyección y menos pantallas que los Estados Unidos, pero la velocidad de crecimiento que llevan estos negocios allí es alucinante.

Se agregan tres nuevas pantallas cada día en toda la superficie china y el interior del país ha recibido con avidez la política del gobierno de Beijing, instaurada desde 1998, que consiste en dotar a cada ciudad de una pantalla para transmisión gratuita de películas.

Sin duda es este un útil instrumento de adoctrinamiento, pero es así como en 2009 se presentaron en toda la geografía del país asiático 7,8 millones de funciones en las 6.000 pantallas con que cuenta la audiencia cinematográfica.

Pero más allá de las colosales cifras que caracterizan a todo lo chino, es llamativo que 80% de ciudadanos del “Imperio del Centro” tiene una marcada preferencia por las producciones locales que versan sobre temas chinos, en comparación con las producciones foráneas de temas extranjeros.

La natural inclinación de toda sociedad a privilegiar culturalmente lo propio ha sido estimulada por las políticas del gobierno central, que sólo permiten que 20 películas extranjeras, al año, sean transmitidas en salas de espectáculo chinas.

Este tema es objeto de controversia en el seno de la OMC por la discriminación o la exclusión que el cine mundial está sufriendo en suelo chino. Pero los productores mundiales no se han cruzado de brazos mientras se les hace justicia. De un tiempo a esta parte, las producciones conjuntas de nacionales y de extranjeros se han vuelto la regla. Entenderemos mejor el potencial que representa este mercado de producción local de películas y novelas para TV si consideramos que cerca de 3% del PIB del país se gasta en entretenimiento y que aun los asiáticos están lejos de alcanzar el 7% que es característico de los países desarrollados.

Una miradita al sector de dibujos animados hace resaltar a este sector de audiencia como uno muy prometedor también para inversiones de producción conjunta, dirigidas al público chino en el propio país y en el exterior en donde hay ya un mercado para los mismos de 170 millones de televidentes.

Todo lo anterior, sin haber hablado de la rentabilidad que es posible alcanzar en China con una buena administración de cadenas de salas de exhibición.

Ello debe ser lo que explica que empresas como Imax hayan querido anotarse en la carrera. Han anunciado recientemente que van a abrir 75 salas en China, en los dos próximos años, cuando invertirán unos 40 millones de dólares.

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