A raíz del pánico de 2008, es fácil entender por qué muchos inversores están nerviosos últimamente. A la menor señal de problemas, los accionistas salen en estampida de los mercados.

Incumplimientos de deuda soberana, y el potencial de que los problemas en Grecia se extiendan a otros países, han avivado los temores recientemente. La crisis griega ha socavado la confianza del mercado, pero el peligro ha sido muy sobreestimada. La deuda del gobierno griego es de unos 400.000 millones de dólares, lo cual es el 4% de los 10 billones de dólares del mercado hipotecario en EEUU. Hasta el momento no conocemos ninguna institución financiera importante con problemas de solvencia a causa de las deudas griegas.

Por supuesto, el riesgo directo del sistema bancario no es el problema principal. Muchos temen que una suspensión de pagos en Grecia podría aumentar los tipos de interés sobre la deuda soberana de otros países, bajando el valor de los activos de deuda, y quizás provocando otro pánico financiero. Afortunadamente, el potencial para que esto suceda es muy pequeño. De hecho, hay una gran probabilidad de que todo este episodio dará lugar a algo de cordura en el gasto del gobierno y un mejor futuro para los ciudadanos del país.

A partir de 2008 Grecia tenía una tasa impositiva máxima del 40% y un IVA del 19%. Los empleados pagaban un 28% de su salario a la Seguridad Social. Los problemas de deuda de Grecia tienen poco que ver con los ingresos, sino más bien al excesivo gasto gubernamental.

Este es un problema estructural, no es sistémico ni cíclico. El problema de la deuda soberana de Grecia ha sido provocado en parte por un periodo de “dinero barato”, pero principalmente por la mala utilización de recursos y el excesivo gasto generalizado.

La única manera de que Grecia soluciones sus problemas será reducir el gasto. Políticamente es una medida muy difícil, pero en los momentos difíciles como los actuales será más fácil aplicar este tipo de medidas.

Si los gobiernos implicados en esta situación se niegan a reducir el gasto, las consecuencias podrían ser desastrosas, ya que a los mercados les costará financiar ese gasto. Los impagos de deuda podrían sucederse unos tras otros. Es poco probable de cualquier forma que esto suceda, dada las presiones de la Unión Europea y del FMI.

La conclusión, por paradójica que pueda parecer, es que la crisis griega podría conducir a la racionalización del gasto en diferentes países, con lo que sus economías saldrían fortalecidas de esta situación.

 

 

 

 

 

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