Por… Rudolf Hommes

Un columnista del Financial Times se preguntaba la semana pasada qué tipo de banquero le presta decenas de miles de millones de dólares a una empresa familiar cuyo proyecto bandera consiste en construir y poblar una isla artificial en forma de palmera, del tamaño de Manhattan, con similares problemas de densidad, tráfico y circulación. Si no estuviera detrás de este proyecto uno de los Estados más ricos en petróleo del mundo, nadie cuerdo hubiera podido justificar ante algún comité de crédito una inversión con esas características.

Pero como se trataba de los emiratos árabes, el mundo financiero hizo caso omiso de las extravagancias y puso los proyectos de Dubai World, la compañía constructora a cargo de estas inversiones, en un estado de “incredulidad suspendida”.

Hasta la semana pasada no se preguntó alguien si este tipo de proyectos, los rascacielos, las macroobras y aspiraciones del emirato tenían sentido, y durante muchos años le metieron montañas de dinero a la propuesta de convertir un pedazo de desierto en otro Singapur.

Pero después de que la compañía pospuso unilateralmente los pagos de su deuda, los principales órganos de comunicación del mundo financiero sentencian que Dubai “se parece cada vez menos a Singapur y más a la Argentina”, pero es menos predecible. También se preguntan si los que le metieron tanta plata a esos elefantes blancos son los mismos que causaron la actual crisis económica mundial.

Evidentemente, siguen aferrados a sus posiciones, ganan multimillonarias bonificaciones y se oponen a cualquier esfuerzo serio de reforma. Defienden con ahínco su libertad para hacer bestialidades pero le exigen al mundo pagar por los platos rotos.

¿Quiénes son estos personajes que siguen tan campantes? Al poco tiempo de haber comenzado la actual crisis se comentaba que se trata de personas con personalidades dominantes, proclives a mangonear y a tomar riesgos, y excesivamente confiadas en sí mismas, que se conocen como “personalidades alfa” (en biología son los animales dominantes en la comunidad de su misma especie). Generalmente están asociadas con altos niveles de generación de, o exposición a testosterona. También se ha cuestionado si este tipo de personalidad es el que se necesita o si se requiere gente más calmada y más capaz. Johan Coates, un investigador en el área de neurología de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, publicó la semana pasada el resumen de un estudio sobre el efecto de la testosterona en la habilidad de los inversionistas profesionales y comisionistas (” Alpha males must trade on more than machismo “. FT, 28 – 11 – 09).

El estudio encontró que los niveles altos de testosterona no tienen relación con la habilidad de las personas para generar ganancias por unidad de riesgo en las mesas de dinero, pero sí facilitan que tomen mayores riesgos. La habilidad para generar ganancias por unidad de riesgo depende de la experiencia, de la capacidad de aprender en el oficio y de los sistemas de recompensa. Entre mayor la experiencia mayor es la productividad de los agentes; y ellos aprenden a manejar mejor el riesgo y ser más productivos cuando su compensación está vinculada a algún esquema de ganancia compartida que causa que solamente ganan si la unidad genera utilidades.

El esquema de recompensa con bonificaciones anuales que utilizan los bancos y los bancos de inversión que no tienen en cuenta si la institución gana o pierde dinero, incita a tomar mayores riesgos pero no estimula el desarrollo de habilidades. En consecuencia, el mundo financiero parece estar poblado por un exceso de tomadores de riesgo cuya habilidad para generar ganancias es cuestionable y que han comprobado ser capaces de generar pérdidas desmedidas.

Suerte en sus inversiones…