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Autor Tema: "cambios disruptivos"...  (Leído 282 veces)

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"cambios disruptivos"...
« en: Julio 08, 2013, 07:04:27 pm »
Por...  Elsa Del Castillo



La literatura sobre el cambio ha pasado de enfatizar en las teorí­as de cambio incremental para pasar a concentrarse en lo que llaman "cambios disruptivos". Tradicionalmente, las organizaciones han vivido contextos de estabilidad que luego son alterados por breves e intensos momentos de transición hacia cambios radicales, para luego volver a niveles de equilibrio. Esa dinámicas, en las íépocas actuales, se están convirtiendo en una constante y, en ese contexto, la organización afronta una serie de riesgos que debe saber gestionar para lograr ese relativo equilibrio y, por supuesto, su sostenibilidad en el largo plazo. ¿Cuánto tienen que ver los impactos de esas revoluciones y esos riesgos con un liderazgo responsable de los gerentes?

La consultora McKinsey, sugiere que en las íépocas actuales vivimos una era de innovaciones disruptivas que ya no surgen esporádicamente sino de forma permanente. Algunos ejemplos de ello son:

·La Internet móvil, que nos permite contar con dispositivos cada vez más económicos y que, según los expertos, por ejemplo, generará un 20% de reducción de costos en tratamiento de enfermedades de manera remota.
·La automatización del trabajo centrado en el conocimiento, al contar con sistemas de softwares inteligentes que pueden realizar tareas relevantes con efecto en la productividad.
·Los productos de la Internet, que tienen tambiíén efecto en la productividad. Este es el caso del uso de sensores para prescindir del ojo humano, de la recolección y procesamiento de enorme cantidad de data, de la optimización de un enorme número de procesos antes realizados por el hombre.
·La nube y los servicios de los que hoy podemos disponer sin ataduras fí­sicas.
·Los vehí­culos autónomos que acceden a espacios lejanos y de difí­cil acceso sin la presencia fí­sica de su conductor.
·Las derivaciones del Genoma y la experimentación con seres vivos.
·Los avances en el almacenaje de energí­a que, como sabemos, será el recurso escaso del futuro.
·La impresión en  3D y sus múltiples usos en la reproducción exacta de objetos. Algunos dicen que en el futuro se sustituirán órganos humanos exactos por estas reproducciones y que la tecnologí­a ayudará en el futuro a darle las funcionalidades necesarias.
·El uso de materiales más avanzados con mucha mayor durabilidad, rendimiento, flexibilidad, etc.
·Mejores ví­as de extracción de petróleo y gas para optimizar estos procesos.
·La explotación de energí­a  renovable para asegurar su futuro abastecimiento.

Estos ejemplos, referidos al mejor uso de nuevos materiales y recursos energíéticos tendrán un impacto ambiental -positivo o negativo- que deberá gestionase con sabidurí­a. Los servicios, innovados en velocidad, ubicación y efectividad podrán optimizar costos y evitar la presencia humana en el lugar en el que suceden los hechos, reduciendo el impacto del traslado y, sobre todo, con un menor precio, democratizando su acceso a muchos más ciudadanos. Las innovaciones referidas a la salud y a la calidad de vida humana extenderán la esperanza de vida, generando al mismo tiempo dilemas íéticos en torno a la manipulación de dichas vidas. Y, finalmente, la disposición de información y software en cualquier lugar y momento facilitarán el trabajo y la comunicación global. Y, en todos estos casos, donde el dominio de nuevas tecnologí­as y avances tiende a estar concentrado en pocas empresas -al menos inicialmente-, se pueden tambiíén producir concentraciones de poder y agrandar las brechas entre los paí­ses más desarrollados y aquíéllos que no tienen este nivel de avance tecnológico.

Estos tiempos modernos, según la consultora E&Y, presentan a la empresa varios riesgos importantes: existe una presión a reducir precios y a abaratar costos (donde el avance tecnológico cobra un rol relevante); se generan mundos paralelos donde el crecimiento global y los distintos mercados varí­an en nivel de riesgos locales y donde el crecimiento se vuelve volátil; empieza a ser escaso el talento con el grado de sofisticación requerido por los empleadores; el rol de los gobiernos cobra relevancia por diversas razones, ya que se puede acertar o errar en el tipo de regulación que enmarque toda esta realidad compleja. Por otro lado, el cumplimiento de las normas no siempre resulta sencillo en un mundo más globalizado e, incluso, muchos se ven tentados a ampliar este rol del Estado a fueros donde en muchas ocasiones la empresa privada podrí­a ser más efectiva. En el contexto más macro, se experimentan niveles de endeudamiento elevado -poniendo muchas veces en riesgo la soberaní­a de los paí­ses- y se ponen a prueba polí­ticas de shock que buscan lograr los equilibrios que inicialmente mencionamos. Finalmente, las empresas no dejan de vivir la aparición de todas estas tecnologí­as emergentes de las que hablamos antes, generando retos a la gerencia en forma constante.

Lo interesante es que, detrás de cualquier situación de avance, así­ como hay riesgos latentes, tambiíén se presentan múltiples oportunidades: innovaciones de productos, de servicios y de procesos; nuevas demandas del mercado que deben ser atendidas; mejores herramientas para elevar la productividad; tecnologí­a más limpia; un mejor uso de los recursos globales y locales, etc.

Estos cambios disruptivos, sin embargo, retan a cualquier lí­der empresarial y, en ese sentido, quienes conducen las empresas deben estar conscientes de lo que implican para su gestión. El cambio obliga a romper paradigmas sobre el modo en que se hacen las cosas y, para ser sinceros, creo que no tenemos esos superhíéroes en la empresa, capaces de verlo todo, hacerlo todo, saberlo todo y tambiíén inspirar a todos. Como nos dice Hamel (Leaders everywhere: A conversation with Gary Hamel), en estas íépocas descritas queremos que el lí­der tenga confianza, pero siempre dude (si no, ¿cómo innova?); que sea fuerte y seguro de sus capacidades, con convicción, pero que no deje de consultar y permita recibir influencia de otros; que mantenga lo bueno de la costumbre, pero que siempre reinvente; que sea práctico, pero prudente; que sea fáctico y eficaz, pero que no deje de ser humano. Entonces, me parece que el lí­der que tradicionalmente se describí­a en los libros de Management de las pasadas díécadas se dibuja como un personaje sacado de un cuento de hadas ya que, ante este nivel de complejidad, las capacidades requeridas pueden verse utópicas si las queremos concentrar en una persona o en un pequeño grupo directivo.

Tal vez, como sugiere Hamel, la clave estará en romper jerarquí­as y generar dinámicas de red que promuevan liderazgos a todo nivel. Este pensador nos advierte, sin embargo, que seguimos remunerando por jerarquí­a, decidimos por jerarquí­a y nos conducimos por la lógica del poder que fluye de arriba. Si buscamos privilegiar la generación de valor en la organización, tal vez el lí­der será quien sea un buen mentor y forme al talento futuro, el que sepa desarrollar las capacidades del equipo, el que genere más sinergia interna. En suma, recomienda, creer más en un liderazgo natural que necesita estar equipado con formación, con recursos y con espacio para el ensayo-error.

Coincido con la opinión de Ian Pearson cuando analiza estas megatendencias y nos dice que la economí­a se volverá más "humana" en la siguiente díécada, dado el rol protagónico que jugarán la tecnologí­a e inteligencia artificial en la producción y gestión empresarial. Así­, volvemos siempre a la esencia de nuestra sociedad: la persona y su dimensión íética, la persona y su grado de conciencia en torno a los impactos de sus decisiones, la persona y su capacidad de reproducir liderazgos en el equipo humano que conforma la organización.


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 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...