JAVIER GALLEGO
No se deje engañar por la espectacular subida de la Bolsa. Ni por los pronósticos del Gobierno. Ni siquiera porque hoy luce un sol radiante y la crisis, con 30 grados y bajo una sombrilla, parece un poco menos crisis. Lamentablemente las cosas siguen tan mal como hace unos meses, cuando todo se vino abajo y quedó sepultado por una imparable avalancha de despidos. Hoy, aunque algunos datos "empiezan a dar síntomas de una caída menos brusca", como dicen los expertos, sigue estando nublado para cientos de pequeños empresarios y sus miles de trabajadores, para los que los bancos siguen con la ventanilla cerrada, y no precisamente por vacaciones.
A pie de calle, en la puerta de cada pequeño negocio, donde los trabajadores y autónomos bregan día a día con las refinanciaciones, los pagaríés, los impagos y los "espera un día más que estoy pendiente del cobro de un cliente", es donde mejor se huele la crisis. Y tambiíén el sitio ideal para palparla y descubrir la asfixia a la que se ve sometida esta gente por parte de la banca. No hace ni una semana que me contaba un pequeño empresario su odisea para descontar dos pagaríés de una gran compañía vinculada a la construcción: "Ninguna entidad los coge, a pesar de que vencen el 5 de agosto y de que esos mismos bancos han refinanciado la deuda de mi cliente". O sea que esta empresa, como muchas otras, tiene guardado en el cajón un dinero que el banco no quiere hacer efectivo, un dinero con el que, por cierto, este empresario pretende pagar a sus trabajadores.
Y eso que a veces el remedio puede resultar peor que la enfermedad. Cuando un banco adquiere un pagaríé o un papel comercial con vencimiento a fecha futura, cobra un interíés a la empresa que acude a "descontarlo". Lo que ocurre es que ese interíés, que tradicionalmente ha estado vinculado al Euribor, ahora está disparado. BBVA, por ejemplo, cobra hasta un 8,75! cuando el tipo de referencia está hoy en el 1,3%. ¿Es acaso normal esto?
Cada entidad -bancos incluidos- deben velar por sus intereses y ello implica no asumir riesgos con clientes que puedan dejar de pagar. Pero una cosa es margen de riesgo y otra usura.