Por... Eduardo Sarmiento
Las fallas de los países avanzados se empiezan a trasladar a los emergentes. Amíérica Latina no está blindada.
La crisis mundial está tomando formas preocupantes. Los líderes cada vez revelan más desconocimiento de las raíces de la crisis y menos capacidad para superarla.
La economía de Estados Unidos, luego de la caída del primer trimestre, registró un repunte en el tercero por la recuperación del consumo. Sin embargo, la información mas reciente sobre ingresos y cotizaciones bursátiles sugiere que decaerá de nuevo en el cuarto trimestre. El producto nacional crecerá por debajo del 1% y al final estará muy cerca de índices negativos.
La economía europea continúa dentro de la anarquía. La actividad productiva ha decaído aceleradamente. En el cuarto trimestre registrará índices negativos y varios bancos se verán en serias situaciones de insolvencia y descapitalización.
Las fallas en los países avanzados ya se empiezan a trasladar a los emergentes. China registra una fuerte caída de la producción industrial y las economías asiáticas, con unas pocas excepciones, han revelado disminuciones en los índices de crecimiento.
De nuevo, Amíérica Latina no esta blindada; en el presente año crecerá muy por debajo de las predicciones y en 2012 regresará a ritmos inferiores a la tendencia histórica. Colombia es especialmente vulnerable por la dependencia en los productos básicos y el abultado díéficit en cuenta corriente (5% del PIB).
La aproximación a una nueva recesión constituye una clara evidencia del fracaso de los diagnósticos que sirvieron para interpretar las caídas y las superaciones. Se dio por hecho que se trataba de una recesión cíclica que se podía contrarrestar con las visiones clásicas y un barniz keynesiano. Bastaba poner la tasa de interíés en cero, inundar el mundo de dólares y adoptar díéficits fiscales temporales. Aún más grave, basados en los conceptos de libros de texto, presumieron que una vez que las economías entraran en recuperación se podían recortar los estímulos fiscales sin afectar el proceso. El resultado está a la vista. La reducción de los díéficits fiscales trajo consigo la caída del producto nacional.
En la actualidad, se persiste en el error del pensamiento dominante que considera que la recuperación mundial puede lograrse con políticas aisladas. Los países buscan desesperadamente impulsar las economías con devaluaciones, sin advertir que los superávits de unos son los díéficits de otros. La expansión en un país se logra a cambio de contracciones en los socios. Asimismo, están comprometidos en la reducción del díéficit fiscal para bajar el endeudamiento. El esquema es totalmente fallido en un mundo interrelacionado. Las políticas cambiarias no promueven la actividad y el empleo mundial y la fiscal los deteriora.
Es hora de que se entienda que la crisis mundial no proviene de factores cíclicos. Se origina en una falla estructural ocasionada por la globalización que reduce los ingresos del trabajo por debajo de la productividad y configura un exceso mundial de ahorro sobre la inversión. La política fiscal subsana el exceso de ahorro, pero no lo corrige; tan pronto se recortan los gastos, el desajuste vuelve a surgir.
La solución de fondo sólo se puede lograr con modelos económicos que eleven los ingresos laborales con respecto al capital y les permitan a los trabajadores adquirir los bienes que están en capacidad de producir. Su viabilidad requiere un nuevo orden económico internacional que flexibilice las metas de inflación, reconozca amplios díéficits fiscales e introduzca la modalidad de cambio fijo dentro de un marco de coordinación. La receta debe empezar a implementarse en Europa y Estados Unidos, los epicentros de la convulsión, aplicando estímulos fiscales para levantar la producción y el empleo y concertando el manejo cambiario con el resto del mundo.