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Autor Tema: La lucha por el salario mí­nimo: bautistas y traficantes de licores...  (Leído 95 veces)

OCIN

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Por...   Adam Smith y Bruce Yandle



Desde septiembre, los trabajadores de salario mí­nimo que protestaban por su status de ingreso bajo han marchado en las calles en más de 100 ciudades estadounidenses. Por ejemplo, en Charleston, Carolina del Sur, bloquearon una ví­a principal (en inglíés), insistiendo que les paguen $15 por hora y ser miembros de un sindicato.

Respaldados por el Presidente Barack Obama, quien está presionando para elevar el actual mí­nimo federal (en inglíés) de $7,25 por hora a $10, otros polí­ticos atentos están aplaudiendo los llamados a un salario mí­nimo federal más alto. Despuíés de todo, si los manifestantes pueden ser convertidos en electores para la elección de mediados de periodo, algunos candidatos a los que no les va tan bien ahora puede que tengan íéxito en las elecciones de noviembre.

De hecho, todos desde los polí­ticos hasta los lí­deres del clíérigo y los CEOs de las cadenas de comida rápida han saltado a respaldar el salario mí­nimo. ¿Quíé explica esta oleada reciente de simpatí­a por los trabajadores pobres? Para contestar esta pregunta, debemos recurrir brevemente a la teorí­a de los traficantes de licores y los bautistas, una teorí­a que explica por quíé la polí­tica puede unir a estos aliados aparentemente tan distintos.

La teorí­a está basada en la vieja historia de que tanto los bautistas como los traficantes de licores favorecen las leyes de cierre en los domingos que obligan a que las tiendas de licores no atiendan ese dí­a. El cumplimiento de la ley consuela a los bautistas y logra un ingreso para los traficantes de licores, quienes eliminan la competencia solamente durante un dí­a de la semana. La teorí­a de los traficantes de licores y los bautistas por lo tanto nos recuerda que las regulaciones adecuadamente diseñadas pueden, además de lograr objetivos populares, tambiíén eliminar la competencia, elevar los costos de los rivales en el mercado, y atraer clientela e ingresos para los grupos favorecidos.

Así­ que detengámonos a observar nuestro grupos de traficantes de licores/bautistas en el contexto de la lucha por elevar el salario mí­nimo. En la esquina del Amíén están los obispos católicos quienes en el testimonio ante el senado respaldaron (en inglíés) un salario más alto: “Cada vez que el Congreso o una administración ha sugerido elevar el salario mí­nimo, los obispos lo hemos respaldado simplemente porque esto es consistente con nuestras enseñanzas y vemos los efectos a primera vista en las familias de nuestros feligreses y en nuestras comunidades”. Uniíéndose al coro, están la Iglesia Metodista Unida y otras denominaciones protestantes. De hecho, es imposible encontrar una organización religiosa que se oponga a pagar salarios más altos a los trabajadores de ingresos bajos.

Pero no todos los lí­deres a favor de un salario más alto visten cuellos de clíérigo, aún cuando algunas veces utilizan retórica justiciera. La federación de sindicatos de EE.UU., AFL-CIO, es una organización firmemente partidaria de un salario mí­nimo más alto, aunque ninguno de sus miembros obtienen salarios así­ de bajos. De igual forma, el CEO de McDonald’s (en inglíés) junto con otros administradores de otras cadenas grandes tambiíén se encuentran entre aquellos que favorecen un salario mí­nimo más alto, o al menos no se oponen a esta ley.

Por ejemplo, hablando en nombre de 1,3 millones de empleados (en inglíés), de los cuales solo 5.000 ganan el salario mí­nimo federal, el presidente de Wal-Mart en EE.UU., Bill Simon, dijo: “No nos oponemos a una alza del salario mí­nimo, a menos que esta sea exclusivamente dirigida a nosotros”. í‰l se referí­a al esfuerzo por parte del gobierno de Washington, DC, de requerir únicamente a las grandes cadenas de ventas al por menor que paguen salarios iniciales que estíén por encima del salario mí­nimo de dicho estado. Starbucks, GAP, Ikea, y Chipotle están respaldando un salario mí­nimo más alto y en algunos casos ya han elevado sus salarios iniciales.

Sin embargo, ¿por quíé las organizaciones laborales nacionales, los directores ejecutivos de McDonald’s y de grandes cadenas de ventas al por menor estarí­an cabildeando para lograr salarios mí­nimos más altos, especialmente si pocos o ninguno de sus empleados obtienen salarios así­ de bajos en primer lugar? Detectamos un aire de traficantes de licores en su comportamiento. Al aumentar el salario mí­nimo, el verdadero impacto caerá sobre sus competidores que sí­ emplean a trabajadores de bajos ingresos. Mientras que sus competidores son obligados a aumentar sus costos laborales mediante una combinación de salarios más altos y despidos forzados, los traficantes de licores silenciosamente amasan las ganancias.

Consideremos la AFL-CIO. La unión es como un traficante de licores, ansioso de agregar miembros a su reducida manada. Respaldando a los trabajadores de las cadenas de comida rápida en su lucha por salarios más altos y por el derecho a organizarse podrí­a rendir beneficios considerables. Agríéguele a esto el efecto de los salarios mí­nimos más altos sobre las empresas que compiten con los negocios sindicalizados, las cuales usualmente pagan muy por encima de este nivel. En otras palabras, un salario mí­nimo más alto les reduce la competencia.

Algo similar ocurre con McDonald’s, Wal-Mart y otras cadenas de ventas al por menor que desde ya pagan más que el salario mí­nimo federal. Tambiíén son traficantes de licores, respaldando una norma federal que empuja los salarios hacia arriba para todas las empresas de ventas al por menor de tal manera que esto inevitablemente elevará los costos de sus rivales.

En resumen, el Presidente Obama está liderando a los “bautistas” en la batalla por el salario mí­nimo. í‰l se adscribe la autoridad moral. Los obispos católicos, los metodistas, y otros clíérigos se unen cantando canciones bautistas. Mientras tanto, los traficantes de licores hacen eco de estos sentimientos pero por razones muy distintas. A ellos les preocupa menos la lucha de los pobres y más su rivalidad con sus competidores de costos bajos.

La verdadera tragedia es que pocos o ninguno de los participantes que se hacen escuchar en este debate están preguntando cómo un salario mí­nimo más alto realmente afectará a los pobres y a los jóvenes con poca preparación, a quienes ya se les hace difí­cil encontrar un empleo. Seguramente una reducción en el número de empleos disponibles es una consecuencia negativa para este grupo. Pero bueno, los adolescentes desempleados que no votan no importan mucho en la tierra de los traficantes de licores y los bautistas.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...