Por…  Daniel Griswold

Se ha vuelto sabiduría convencional, entre aquellos que reportan la economía, que el aumento de las importaciones y un creciente déficit comercial son malas señales para el crecimiento. Como los recientes titulares nos advierten, “La brecha comercial desacelera el crecimiento económico” (Washington Post) y “Una brecha comercial más amplia augura un crecimiento débil” (Wall Street Journal).

Los reportajes de este estilo se derivan inevitablemente de la lógica Keynesiana. Si importáramos un millón de zapatos para satisfacer la demanda doméstica, ya no tendríamos que fabricar ese millón de zapatos. Cuando la demanda se “esparce” hacia el extranjero, el crecimiento se desacelera y crea menos trabajos.

Un gran defecto del punto de vista Keynesiano es que ignora el papel que juega el lado de la oferta de las importaciones. Más de la mitad de lo que importamos son bienes consumidos por productores —equipos de capital, materia prima, partes y otros insumos intermedios. Estas importaciones nos permiten producir más, no menos. Por eso, a lo largo del último año, las importaciones de bienes manufacturados han estado aumentando junto con la producción doméstica de bienes manufacturados.

A largo plazo, las importaciones fomentan el crecimiento al obligar a los productores domésticos a ser más eficientes y productivos. La competencia generalmente funciona de tal manera que las importaciones hacen a un lado los productores domésticos menos eficientes, dejando el mercado a las empresas más competitivas. Esas empresas tienen mayor capacidad de hacer crecer su presencia en los mercados globales y de crear empleos sostenibles con salarios más altos.

En realidad, un aumento en las importaciones es uno de los indicadores más confiables de que una economía está teniendo un crecimiento más dinámico. Luego de examinar la información trimestral del Buró de Análisis Económico de EE.UU., que data desde 1980, encontré una sólida correlación positiva entre el cambio real en las importaciones que ingresaron a EE.UU. y el cambio en el producto interno bruto (PIB) real. Aunque no es una correlación perfectamente proporcional de 100%, la correlación entre las importaciones y el PIB es un sólido y positivo 62%.

Los políticos se enfocan de manera miope en las exportaciones, pero la correlación entre el crecimiento de las exportaciones y el aumento del PIB es, de hecho, más débil que la conexión entre las importaciones y el PIB, ubicándose en un 45%. Si el presidente Obama quiere promover un crecimiento económico más sólido con el comercio, debería considerar complementar su Iniciativa de Exportaciones Nacionales con una Iniciativa de Importaciones Nacionales. Las únicas otras categorías importantes de actividad económica que se correlacionaron de manera más fuerte con el crecimiento del PIB que las importaciones fueron los gastos para el consumo personal (66%) y la inversión bruta doméstica (80%).

Suerte en su vida y en sus inversiones…