Por… Beatriz De Majo C.

Las cifras de acceso a Internet en China son tan gigantescas como todas las restantes variables que maneja el país.Solo con saber que el número de usuarios creció 50% desde 2008 y que ya tocó los 384 millones de personas, más que la población entera de los Estados Unidos, es suficiente para sentirse anonadado.

La población está realmente obsesionada con la ventana que las redes digitales le han abierto al país, hasta hace poco enfundado al interior de sus propias fronteras. Es tanto así que en las 60 ciudades más importantes los ciudadanos gastan dos tercios de su tiempo de esparcimiento navegando en el ciberespacio. Y en las poblaciones más pequeñas, la proporción correspondiente no dista mucho de aquella: es la mitad de su tiempo libre el que le dedican a Internet.

La originalidad radica en que, al contrario de otros sitios donde Internet es una herramienta de trabajo y estudio, en China el acceso sirve principalmente para entretenimiento: juegos, mensajería, música y películas.La posibilidad de sacarle un jugoso beneficio a esta inclinación desmesurada a hacer de Internet un segundo hogar es enorme y está siendo aprovechada por todo el que tiene algo barato y fácil de ofrecer online. De hecho, el volumen de comercio electrónico se ha duplicado en el último año, gracias a una simple iniciativa: la existencia de tarjetas electrónicas pre pagadas que las oficinas públicas de correo venden por una mínima comisión y a través de las cuales se puede adquirir casi todo lo que los sitios web ofertan a través de la Red.

El dinero allí corre tan a raudales que la publicidad online igualmente tiende a exponenciarse estimulada por el vigor de ese consumo: entre 25 y 30% se expande cada año, lo que es el doble del crecimiento de la pauta publicitaria en medios impresos.

Este 2011, el mercado publicitario de los medios digitales sobrepasará los 4.000 millones de dólares.La euforia es de tal naturaleza que hasta los pequeños sitios web se las ingenian para encontrar algo qué poner al alcance de sus compatriotas por unos poquitos yuanes para extraer algo de provecho económico.

Y las empresas que tienen algo masivo que ofrecer para el monumental consumo de los 384 millones que acceden a las redes y para los que lo hacen a través de los teléfonos móviles que se pasean en los bolsillos de 233 millones de ciudadanos, se dan un banquete.

Las experiencias creativas y exitosas son numerosísimas porque logran concitar interés y estimular lo que se considera una adicción. No hay sino que imaginar el entusiasmo capaz de generar en la población de bajos recursos la promoción de juegos de azar con premios en metálico que se pueden organizar a través de los accesos móviles masivos. Pero es necesario también visualizar lo poderosa que una campaña de descrédito puede tornarse gracias a la velocidad de los contagios virales que las redes sociales son capaces de producir.

La transformación que esta dinámica de uso de las redes digitales a nivel fijo y a nivel móvil está produciendo en la manera de mercadear productos e incluso de construir marcas y de promover imágenes, es radical. Tiene las características de un terremoto. Puede ser devastadora para quien no entienda su naturaleza, su velocidad y el costo de quedarse por fuera. O puede representar la oportunidad de ganar inmensas montañas de dinero.

Suerte en sus inversiones…