Por…   BEATRIZ DE MAJO

Demasiado esfuerzo y tiempo se le gasta a dirimir si China será o no la gran superpotencia del Tercer Milenio. Lo que realmente es relevante es que dado el inmenso tamaño de su sociedad dentro del concierto global y tomando en cuenta el viento de cola que trae a lo largo de tres décadas de apertura, China va a gravitar de manera determinante en la dinámica planetaria. Así, en lugar de darle fuelle a la discusión estéril de si China quedará en segundo o tercer lugar dentro del ranquin económico de los países, más bien deberíamos estar midiendo de cuál manera una variación en los índices vitales de esa gran nación es capaz de impulsar el desarrollo de los terceros estados o, por el contrario, cuáles reacciones negativas en la dinámica planetaria pueden generarse como consecuencia de una alteración en su desempeño, o simplemente de una revisión política. No es solo que China no debe ser ignorada: es que su monitoreo minucioso debe convertirse en una prioridad para los que circulan y para los que no circulan en su órbita.

¿Es que alguien duda de que las 8 décimas porcentuales de reducción en su tasa anual de crecimiento experimentada entre 2010 y 2011, cuando su expansión se encogió desde 10,3% a 9,5%, va a quedar sin efecto a escala planetaria a lo largo de 2012? El aporte que China hace hoy a la producción global del planeta -y cuya dimensión es 2 veces y media lo que fue en el 2001- debe ser suficiente motivación para no perder de vista ninguna de las variables susceptibles de afectarlo. Hoy China genera 10% de la producción global. Una sociedad que es capaz de producir un décimo de todo lo que el mundo produce debe ser mantenida en constante observación. Desde los niveles salariales que practican y sus decisiones en materia cambiaria hasta la evolución de su régimen político.

Veamos este ejemplo: Un cambio en el régimen de capitalismo de mercado que allí se practica hacia uno más abierto y de mayor respeto por los derechos individuales, lo que es un objetivo plausible y deseable para los estándares occidentales, pudiera ser el embrión de una crisis económica global de enormes proporciones. Imaginemos los nefastos efectos que podría ocasionar en los intercambios mundiales si como consecuencia de reivindicaciones justas de los sindicatos chinos, sus salarios se elevaran, los costos de producción se incrementaran, los precios de bienes y servicios se catapultaran y el mundo entero tuviera que hacerles frente a un descalabro de proporciones épicas. Visto a través de ese prisma, el pasaje a un régimen más democrático pudiera provocar un efecto devastador en el resto del mundo libre.

No importa realmente si China alcanzará y sobrepasará o no a los Estados Unidos en su talla económica. Analizar los escenarios futuros a través del prisma de la pura expectativa de crecimiento o el tamaño de su PIB es un acercamiento conceptual estrecho. El concepto que hay que manejar debe ser el de la “dominación” y visto de esa manera, hoy ya el titán asiático es un país dominante? por más de un motivo no necesariamente económico.

Suerte en sus inversiones…