Por… Beatriz De Majo C.

Los distribuidores de productos reconocidos de “alta gama” y artículos de lujo están inquietos por el desempeño que la economía china pueda tener este año.

La planificación de producción y de distribución de estos bienes ya había sido puesta en marcha, atendiendo a las proyecciones de los analistas de estos temas, cuando aún no se atisbaba la crisis.

Pero el mercado chino no parece que tendrá este año la fuerza expansiva que tuvo en los años anteriores.

Sin embargo, todo es relativo. Uno se pregunta si hay razón para quebrarse la cabeza si la demanda amarilla alcanza, por ejemplo, este año, una tasa de expansión de solo 40 o 50 por ciento.

Es que las estadísticas muestran que las ventas al detal del lujo dentro de la economía del dragón han estado creciendo a razón del 70 por ciento anual en los últimos años. Suficiente para frotarse las manos en las oficinas de LVHM.

El gran problema radica no en que los consumidores este año den un paso atrás para pensar mejor si adquieren un nuevo Porsche, un jet más pequeño para sus traslados o un lujoso reloj Breitling de 35.000 dólares.

El asunto que les quita la tranquilidad es que este frenazo pueda convertirse en una tendencia.

Porque es que no existen planes de contingencia dentro de los productores para enfrentar la desaceleración cuando estos han estado confrontados a una expansión del consumo tan vigorosa como la que ha mostrado China en los recientes 5 años.

La crisis mundial se va a traducir este año 2011 en menores ventas en todos los países y tal fenómeno no va a comportarse en China de manera diferente.

Los chinos de todos los estratos socioeconómicos se inclinarán culturalmente a pensar dos veces antes de adquirir cualquier cosa que no represente un gasto ordinario e imperativo.

Las marcas internacionales de artículos de lujo tendrán que reorientarse estratégicamente a apuntar más a conocer a su consumidor asiático y a manejar inteligentemente los motivos que los impulsan a adquirir sus costosos productos.

Dos fenómenos favorecerán una menor desaceleración de la demanda: uno, que China parece ser el primer país en el mundo en el cual los ciudadanos ahorran para invertir en lujo.

Otro, es que hay un empeño del gobierno en incentivar el consumo interno como un mecanismo para otorgar soporte a los productores industriales afectados por la reducción de las compras internacionales.

Un chino que sea estimulado oficialmente para gastar no se comportará en términos patrióticos: tendrá una inclinación mayor a hacerlo adquiriendo productos extranjeros de alta gama que los bienes autóctonos de bajo precio y de calidad dudosa.

La tajada que China se lleva de la torta mundial de consumo de lujo equivale a un 27,5% de ella y asciende a 9.400 millones de dólares a esta fecha, aspirando a crecer a 14.600 millones para 2014.

Una montaña de dinero así debe llevar a las transnacionales del lujo a pensar que “París bien vale una misa”.

Suerte en sus vidas y en sus inversiones…