Es cierto que Obama tiene que lidiar con asuntos más urgentes. La economía estadounidense todavía está débil, los terroristas de Al Qaeda pueden atacar en cualquier momento y Estados Unidos está afrontando guerras costosas en Afganistán e Irak.
Pero Obama se haría a sí mismo y al país un gran favor si prestara más atención a sus países vecinos. Ya ha pasado un año desde que Obama prometió “un nuevo compromiso” con Latinoamérica en la Cumbre de las Américas celebrada en Trinidad el 17 de abril del 2009, y su gobierno todavía no tiene muchos logros concretos que mostrar.
Entre las cosas que debería hacer:
Impulsar la reforma inmigratoria: A pesar de su promesa de campaña de instaurar una nueva ley de inmigración “en mi primer año en la presidencia”, Obama no ha invertido demasiado capital político en ese frente. Probablemente haya sentido que debía poner toda su energía en lograr que se aprobara la reforma del sistema de salud antes de embarcarse en el tema inmigratorio.
Aprobar los acuerdos de libre comercio con Colombia y Panamá: Después de haber tenido reservas inicialmente sobre estos acuerdos firmados por su antecesor, Obama instó en su discurso al Congreso el 27 de enero a que los legisladores los ratifiquen y los conviertan en ley. Sin embargo, todavía no ha hecho un esfuerzo serio para ganar la aprobación parlamentaria de ambos acuerdos.
Reducir los subsidios agrícolas y sobre todo eliminar el arancel de 54 centavos al etanol de caña de azúcar de Brasil, que es mucho más barato y ecológicamente viable que el etanol de maíz producido en Estados Unidos. Eso sería una gran ayuda tanto a los productores agrícolas sudamericanos como a los consumidores estadounidenses.
Renovar el acuerdo que permite a los camioneros mexicanos entrar en Estados Unidos, tal como lo requiere el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (Nafta).
Mi opinión: Obama merece crédito por proponer una “sociedad de iguales” con los países latinoamericanos y por dejar atrás la arrogancia política de su antecesor.
Y Obama ha hecho algunos gestos importantes, incluyendo el levantamiento de las sanciones a los viajes y los envíos de dinero a Cuba, y la admisión pública de que gran parte del narcotráfico y la violencia en México se deben al consumo de drogas y al tráfico de armas de Estados Unidos. También Obama reaccionó rápida y generosamente tras el terremoto de Haití.
Pero la postura de Obama hacia Latinoamérica -que podría resumirse en el lema “Yo no soy George W. Bush”- debería tener una fecha de vencimiento de un año, y ese plazo ya venció. Ahora es hora de menos gestos bonitos y proyectos más ambiciosos.