Uno tiene la impresión de estar viviendo en un momento en el que se están produciendo grandes distorsiones que rompen los esquemas habituales. Uno de ellos es que en tiempos de recesión económica el precio de las materias primas tienden a caer. Algo va contra la lógica cuando hoy en día el precio de muchas materias primas, a pesar de estar en plena recesión en los países que más tiran del consumo, siguen marcando día tras día máximos históricos.

Es cierto que en el precio de los productos agrícolas influye probablemente mucho más otros factores que el estado de la economía. La meteorología es uno de ellos y muy probablemente la sequía que sufre China este año sea el principal causante de la inflación que están teniendo los alimentos en el país más poblado del planeta. Por ejemplo el precio de 18 vegetales básicos en China se ha incrementado en un 62,4% en sólo un año. La depreciación del dólar seguro que también influye, pero probablemente tenga una importante influencia el factor especulativo y la liquidez en el sistema monetario. Es decir cada vez son más un activo financiero más.

En plena euforia del boom, se empezó a cuestionar la necesidad de intentar alejar los factores especulativos de los productos agrícolas. Hoy, cuando estamos enfrentando otros problemas, este tema ha quedado bastante olvidado, sin embargo con los precios de muchos alimentos en máximos históricos, el daño que se puede causar en muchos países pobres puede ser mucho más grave que una recesión económica.

CRISIS ALIMENTARIA MUNDIAL

La carestía de productos agrícolas básicos para la alimentación (trigo, maíz, arroz, sorgo y mijo) y el incremento bestial de dichos productos en los mercados mundiales que tuvo su punta de iceberg en el 2007, irá presumiblemente “in crescendo” a lo largo de la próxima década hasta alcanzar su cenit en el horizonte del 2018. Para llegar a dicha crisis, (cuyos primeros bocetos ya están perfilados y que terminará de dibujarse con toda su crudeza al final del decenio) han contribuido los siguientes elementos:

Desarrollo económico suicida de los países del Tercer Mundo con crecimientos desmesurados de macrourbes y megacomplejos turísticos y la consiguiente reducción de superficie dedicada al cultivo agrícola.

Cambio de patrones de consumo de los países emergentes debido al aumento espectacular de la clases medias y su poder adquisitivo y la debilidad del dólar y el hundimiento de los precios del crudo con el consiguiente desvío de inversiones especulativas a mercados de materias primas. A ello se unirá el incremento del uso por los países del primer mundo de tecnologías depredadoras (biocombustibles) que bajo la etiqueta BIO de países respetuosos con el Medio Ambiente no dudarán en fagocitar ingentes cantidades de maíz destinadas en un principio a la alimentación para la producción de biodiesel, aunado con inusuales sequías e inundaciones en los principales graneros mundiales.

Por otra parte, el hundimiento del precio del crudo durante el quinquenio 2008-2013 (a pesar de los sucesivos recortes de producción por parte de la OPEP) debido a la severa contracción de la demanda mundial y a la huida de los brokers especulativos, imposibilitará a los países productores conseguir precios competitivos (rondando los 70$) que permitirían la necesaria inversión en infraestructuras energéticas y búsqueda de nuevas explotaciones, por lo que no sería descartable un posible Estrangulamiento de la producción mundial del crudo en el horizonte del 2018.

Ello originará presumiblemente una psicosis de desabastecimiento y el incremento espectacular del precio del crudo que tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas, lo que aunado con la aplicación de restricciones a la exportación de los principales productores mundiales para asegurar su autoabastecimiento terminará por producir el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los precios hasta niveles estratosféricos y la consecuente crisis alimentaria mundial. La hambruna afectaría especialmente a las Antillas, México, América Central, Colombia, Venezuela, Egipto, India, China, Bangladesh y Sudeste Asiático, ensañándose con especial virulencia con el África Subsahariana y pudiendo pasar la población atrapada en la inanición de los 1000 millones actuales a los 2000 millones estimados por los analistas.