Ahora que parece que ya estamos creyéndonos que somos campeones del mundo de fútbol, después de esos momentos tan intensos en los que todos hicimos piña, momentos en los que hubiéramos dado todo por ser Iker Casillas, les voy a proponer un ejercicio de regresión. ¿Recuerdan ustedes como antes de la crisis combinábamos con mucho desparpajo un intenso consumo de todo tipo de bienes y servicios con una pequeña mala conciencia por lo mal que estábamos tratando al planeta? ¿Recuerdan que antes de la crisis teníamos una gran preocupación por el calentamiento global del planeta? Y al parecer la culpa la teníamos todos, ya que no hacíamos nada para consumir menos combustibles fósiles. Durante años nos han sermoneado con estas cosas. Se descongelaran los polos, subirá el nivel del mar anegando las planicies costeras. Las epidemias tropicales nos acecharan y alguna hará presa en nosotros. Pero no sólo era el clima, estábamos agotando los recursos naturales, todo tipo de metales y otros minerales. Su previsible agotamiento nos abocaba a un escenario de pesadilla. Desde los Gobiernos pusieron su granito de arena e intentaron combatir esta situación con agendas 21 locales y cosas por el estilo, se nos aleccionaba a que debíamos consumir con nuevos criterios, apareciendo el sustantivo de sostenibilidad, menos coches, más transporte público, menos chatarra, más investigación. En fin, menos anhídrido carbónico, menos óxido nitroso, menos efecto invernadero, es decir, un planeta algo más frío.
La crisis, ha trastocado todo este escenario, ahora compramos menos coches, gastamos mucha menos gasolina. En general consumimos menos de todo salvo alimentos. Pero esto que puede ser bueno para el planeta resulta que es malo para la economía. Ya que, si se consume menos, se vende menos, se fabrica menos, en consecuencia hace falta menos gente trabajando, las empresas cierran y se pierden puestos de trabajo. Es decir, hablando en plata, vivimos peor, somos más infelices y tenemos menos esperanza en el futuro.
A nivel mundial estoy vislumbrando dos posturas contrapuestas en el diseño de políticas para combatir la crisis. Por un lado Obama, es partidario de estimular la actividad económica gastando el dinero de todos, haciendo que ese dinero sirva para que la gente consuma más y de esa manera activar la cadena productiva. Por el otro lado, los principales países europeos encabezados por Angela Merkel promueven básicamente todo lo contrario, prefieren equilibrar gastos e ingresos.
El debate, desde el punto de vista de la teoría económica puede tener mucha sustancia, pero a nosotros, los de a pie, los que nos emocionamos viendo al “gran capitán” dar rienda suelta a su cariño, se nos hace un tanto difícil comprenderlo. He leído que lo propuesto por Obama, tiene carácter progresista y lo llaman neokeyseniano ya que entienden como tal todo aquello que suponga que el Estado gaste mucho. También he leído que lo propuesto por la Sra Merkel es conservador, y la tachan de neoliberal ya que intenta que el Estado gaste poco.
Personalmente, mi talante es más bien austero, aprecio la austeridad como valor social, aprecio el consumo razonable y el respeto por el entorno y por lo tanto, entiendo que la postura europea es la verdaderamente progresista. No entiendo muy bien cómo, los mismos que hace nada eran los valedores del consumo sostenible nos quieran ahora vender la moto del consumo desbocado.
¿ De qué lado está usted?
Salud y suerte en las inversiones, las vamos a necesitar.