Por… Ángela Marulanda

 En el tercer milenio, los adolescentes no sólo viven sacudidos por la metamorfosis que sufre su cuerpo, los cambios abruptos en su estado de ánimo, la necesidad de ser aprobados por sus pares, las luchas de poder con sus mayores, los amores no correspondidos, y la ansiedad respecto al futuro que les espera, como es usual en esta etapa de la vida.

Ahora tienen, además, que lidiar con la angustia que les produce darse cuenta que las generaciones que les preceden y que se suponen lideran sus vidas son a menudo adultos inmaduros, inestables y tan confundidos como ellos.

Esto explica por qué reiteradamente se escucha a los jóvenes afirmar que “los adultos no saben qué hacer con nosotros”.

Ellos se dan perfecta cuenta de lo perdidos que están sus padres y se sienten a merced de su descontrol y de su necesidad de aprobación.

Además, verlos pretendiendo ser jóvenes les hace perder la fe en que al cabo de unos pocos años habrán superado sus inseguridades y sabrán quiénes son y para dónde van.

A pesar de que los adolescentes tienen hoy una visión muy distinta del mundo que hace que su interpretación de la vida sea totalmente diferente a la nuestra, ellos nos necesitan más que nunca. Si bien no quieren padres que los dominen a la fuerza como en el pasado, sí buscan unos que los guíen, los protejan de sí mismos, de su descontrol, de su impulsividad, de sus fantasías de inmortalidad, es decir, adultos que tengan el poder para ayudarlos a contenerse.

Pero a pesar de que hoy ya no nos ven como personas superiores a ellos, tampoco nos quieren ver como sus iguales.

Lo que nos dará la autoridad para ser los guías de nuestros hijos a lo largo de su adolescencia será la admiración que les inspire nuestra sabiduría y madurez porque somos para ellos personas dignas de respeto.

Esto significa que lo que les urge a los hijos en este momento son unos padres cuya postura y compromiso con la paternidad les garantice la estabilidad que tanto precisan.

¿Será esto lo que les estamos ofreciendo?

Suerte en su vida y sus decisiones…