Por…  Diego E. Quijano

Para tener más dinero, y que no duela como el aumento de impuestos, el Gobierno está expandiendo de manera exponencial su capacidad de señoreaje. No es algo totalmente nuevo. Se viene haciendo con monedas fraccionarias desde los años de la década de 1970, pero se hacía esporádicamente y en montos pequeños, lo que tenía un efecto mínimo, pero siempre nefasto.
¿Cómo funciona el señoreaje moderno? Digamos que yo acuño monedas o emito billetes que dicen valer $1 (valor nominal), pero en realidad solo me costaron 5 centésimos hacerlas o imprimirlos.
Así, aquello que a cualquiera le cuesta $1, a mí solo me cuesta 5 centésimos. Por supuesto, si solo soy yo quien dice que valen $1, nadie las va a aceptar; pero, ¿y si es el Estado el que dice que valen $1? Económicamente hablando, es exactamente lo que hace un falsificador de billetes: le cuesta producir muy poco cada billete y este se queda con la inmensa “ganancia” al defraudar a la gente. Es fraude, un robo, un delito.
En cambio, con el halo de autoridad con que se nos presenta el Estado, nos parece aceptable, incluso beneficioso, que el Gobierno lo haga. Para los funcionarios todo es color de rosa: ahora se tienen más ingresos para proyectos populistas o aumentar planilla y, lo mejor de todo, nadie se da cuenta de lo que realmente sucede porque nadie lo siente directamente. Quedamos encantados con su canto de sirena y con orgullo aceptamos el balboa.
El dólar sufre los mismos pecados. Es una moneda fiat (sin respaldo) desde 1971, que tiene la dicha de haber sido mejor administrada que la de nuestros vecinos. Sin embargo, ya vemos cómo pierde su poder adquisitivo. Hace 10 años, el barril de petróleo costaba $25, ahora no baja de $80, y en los años de la década de 1970 era una locura pensar que llegaría a $5. Esto se debe al incremento enorme que ha habido en la masa monetaria, que hace que el dinero pierda su poder adquisitivo.
¿Qué significa esto para Panamá? El beneficio de que usemos el dólar radica en que funciona como un patrón de oro, en el que cada dólar que entra y sale proviene de una actividad productiva.
Por tanto, no es el dólar en sí lo que hay que defender, sino la libertad monetaria. No debemos pensar en crear una nueva moneda latinoamericana sin valor, sino en dar la libertad a la gente, a los ahorradores, a elegir la moneda que más seguridad les dé, sea esta el dólar, el euro, una moneda privada u oro, que tiende a mantenerse altamente valorado por la gente a diferencia de las monedas fiat que tienden a cero.

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Suerte en su vida y en sus inversiones…