Por Beatriz De Majo C.
El episodio de filtración de información confidencial oficial norteamericana protagonizado por Wikileaks, ha puesto a la disposición del público interesante data sobre cómo percibe la diplomacia americana a sus relacionados. En el caso de China, es poco el material que ha sido objeto de explotación periodística hasta el presente debido, quizás, a que al lado de los temas de seguridad del Medio Oriente que destapó Julián Assange, todo lo demás parece accesorio.
Sin embargo, es llamativo que buena parte de los mails originados en China tienen que ver con un tema en extremo sensible, y es el de la autocensura y la libertad de acceso a la información en las redes digitales, del cual fue una pieza clave el buscador Google.
Los correos electrónicos oficiales que viajaron de Beijing rumbo a Washington, dan cuenta de un pánico creciente y descontrolado en las filas gubernamentales chinas por la cantidad de información a la que es posible acceder a través de un “search” en el sitio web de Google.
Fue de tal tenor la paranoia, que el buscador consiguió despertar en las filas del gobierno comunista que las autoridades ejercieran inusitadas presiones sobre la empresa dueña del site hasta conseguir, como en efecto lo lograron, que Google se fuera con sus bártulos a Hong Kong, en marzo de este año, no sin antes haber hecho concesiones al Partido Comunista -muy criticadas, por cierto, en el mundo libre- que cercenaban el derecho a la información de la ciudadanía china.
Google se esforzó durante largos meses en darle satisfacción al desiderátum gubernamental de limitar las búsquedas y de controlar la información sobre asuntos que pudieran lesionar al gobierno. Hasta que no pudo más.
Los correos electrónicos oficiales desclasificados por Wikileaks van tan lejos como el año 2006, cuando desde el Ministerio de Relaciones Exteriores, el gobierno chino ofició a la Embajada norteamericana en Beijing, refiriéndose a las “graves consecuencias” que tendría para la relación bilateral si las imágenes de Google Earth sobre las instalaciones gubernamentales chinas fueran usadas por terroristas para fines propios. Google cedió, ofreciendo una versión censuradora de su buscador.
Las presiones fueron tan lejos, de acuerdo con la correspondencia filtrada en Wikileaks, que la firma dueña de Google fue penalizada comercialmente. Una vez que un funcionario de alto nivel realizó una búsqueda con su propio nombre y pudo percatarse de la potencia informativa e informática de la web, una petición oficial le exigió a la empresa desconectar el buscador chino del sitio global. El servidor público comunista había encontrado en el ciberespacio serias críticas a su gestión.
Google volvió a ceder, ofreciendo una versión censuradora de su buscador, pero el gobierno continuó con presión sobre los anunciantes hasta que las secuelas financieras se hicieron sentir. En el tercer trimestre de 2009, sus ingresos publicitarios cayeron 21,6%.
La alta gerencia de la empresa no opina sobre la información perifoneada por Wikileaks, pero es claro que el corolario de toda esta historia es que en esta segunda década del Tercer Milenio, el totalitarismo chino aún no puede convivir con la libertad que representa el acceso a la libre información.
Suerte en su vida y en sus inversiones…