Nuestro país presentó a mediados de Julio su Plan nacional de energías renovables (PANER) a la Comisión Europea, en respuesta al requerimiento derivado de la Directiva 2009/26/CE relativa al fomento de energías procedentes de fuentes renovables. Nuestro país se ha fijado como meta que de la energía que consumamos en 2020, el 22,7% sea de origen renovable, es decir más del doble que en la actualidad.

Desde la Revolución  Industrial y por primera vez estamos en la vanguardia de una transformación del modelo energético internacional. Nuestro país es el cuarto del mundo en potencia eólica instalada por detrás de EEUU, China y Alemania. Es de resaltar que en nuestro país se ha generado un avanzado tejido industrial y tecnológico en este campo. Iberdrola Renovables es el primer operador mundial de centrales eólicas. Gamesa es el sexto productor mundial de aerogeneradores. Abengoa lidera la energía termosolar. La ingeniería Sener proyecta instalaciones termosolares futuristas de su misma patente en Dubai, y para terminar el Centro de Gestión de la Red Eléctrica es el más avanzado del mundo a la hora de gestionar la integración de la energía limpia en la red.

El sector de las renovables en nuestro país está situado en un primer nivel con una proyección exportadora de alcance mundial. Tenemos que admitir que esto ha sido posible gracias a un marco regulatorio bien diseñado. El modelo denominado como “feed-in tariffs” implica una entrada preferente de este tipo de energía en la red, por delante de las centrales de ciclo combinado y carbón. El desarrollo de las energías renovables en España a lo largo de la última década ha sido una historia de éxito como país y un referente concreto a la hora de imaginarnos en que consiste el cambio de modelo económico por el que aboga el Gobierno.

Este avance de las renovables ha suscitado recelos por parte de los operadores de otras tecnologías, algo similar a lo sucedido hace unos años entre Iberdrola y Endesa acerca de cómo debía posicionarse España ante las consecuencias derivadas del Protocolo de Kioto.

En aquel momento el acierto de Iberdrola fue comprender hacia dónde iba el viento del cambio y colocarse con el viento de cola en la dirección adecuada. Hoy es líder mundial en una tecnología que ha copado el 39% de las inversiones energéticas europeas, siendo la capacidad eólica instalada por Iberdrola de 85.000 Mw al finalizar 2010.

Me atrevería a decir que la Ley de economía sostenible, actualmente en tramitación, y la futura Ley de eficiencia energética y energías renovables no harán más que apuntalar normativamente esta apuesta. Desde mi punto de vista, las renovables son el camino para reducir la dependencia energética de nuestro país, que no es más que una debilidad estructural de nuestra economía ante un futuro en el que es de preveer un fuerte encarecimiento de los precios del petróleo y liderar de alguna manera la respuesta internacional contra el cambio climático, siendo al mismo tiempo un aspecto fundamental en la modernización de nuestra economía permitiéndonos posicionarnos competitivamente en los mercados internacionales. Por ello, las primas que han permitido esta década el avance de las renovables han sido el dinero mejor invertido.

A pesar de este avance, el balance energético es abrumadoramente favorable a las energías fósiles – 80% – debido a la facilidad de su transporte y almacenamiento. Por esto creo sería necesario dar pasos valientes en el sentido de electrificar el parque móvil, esto permitiría aprovechar eficientemente los excesos de energía eólica generados en horario nocturno y sobre todo crear las bases para una descarbonización progresiva del sector del transporte.

 

Salud y suerte en las inversiones, las vamos a necesitar.