Por Santiago Niño Becerra
Son mis nuevas previsiones sobre España. En la actualización de las anteriores previsiones no cambian demasiadas cosas. Se mantiene, se confirma: las cosas pintan mal, porque es un problema de cimientos. Pregunten a una arquitecta o a un arquitecto: ¿cuál es el problema de los edificios antiguos?, pues que, o bien carecen de cimientos, o bien estos son débiles, endebles, insuficientes. Mientras la situación de la zona se halla en equilibrio nada sucede en el edificio antiguo, pero cuando en la ciudad o pueblo acontece un fenómeno inhabitual, como unas inundaciones, por ejemplo, la catástrofe aparece. En la economía mundial eso está sucediendo, en la española, más. Pregúntenselo: ¿qué hay debajo de la economía del planeta?, ¿qué debajo de la española?: nada, o lo que es lo mismo: incertidumbre. Se ha llegado a la situación actual porque se ha crecido como se ha crecido: concediendo el acceso a un crédito hiperbarato, permitiendo que los niveles de deuda se disparasen y promocionando la producción de lo que sea y fomentando el megaconsumo de todo. Y apoyando los razonamientos en el corolario supremo: la inexistencia de barreras al tránsito de cualquier cosa: mala o buena, y rigiéndose el conjunto por un principio que rezaría, inspirándonos en aquel Ministro de Industria español, que ‘la mejor regulación es la que no existe’. Ha sido verdaderamente brillante, lo que sucede es que todo acaba agotándose y cuanto más rápido van las cosas, más velozmente se agotan.
Ahora a todo se le ha puesto, a todo: inyecciones de productos estimulantes, inyecciones que, únicamente, están sirviendo para aguantar, un tiempo, unos meses, ¿por qué?, pues porque hoy la situación es radicalmente diferente a la que era en la década de los 50.
El New Deal de Rossevelt fracasó, dicen, porque cuando, en 1937, se dejó de inyectar dinero, todo se vino abajo debido a que ni la velocidad ni la altura de la Economía eran suficientes para que pudiera remontar el vuelo; si, pero no. Entonces nadie vio que aquella era una crisis sistémica y que debían producirse una serie de cambios -sistémicos- para salir del marasmo en que se hallaba la economía y la sociedad; el New Deal inyectó muchos fondos, pero sin que se produjese ningún cambio sistémico, por eso, cuando los fondos dejaron de fluir, el ‘antiguo escenario’, el de siempre, volvió a la situación de agotamiento que había desembocado en el crash del 29.
Ahora está sucediendo algo muy parecido. La evolución de los cambios que finalmente se introdujeron en la década de los 50 ha llevado a la situación de agotamiento en la que ahora se halla el modelo; de nuevo estamos ante una crisis sistémica a la que se está pretendiendo curar a base de inyectarle fondos. Como entonces, y por lo mismo, la receta no funcionará, con dos agravantes: 1) la población está acostumbrada a un estándar de vida del que en los años 30, y en términos comparativos, muy pocos disfrutaban, 2) en aquellos años la dinámica sistémica apuntaba al alza, cosa que ahora es a la inversa; cierto: hoy contamos con un modelo de protección social que, aunque en vías de recorte, es infinitamente más de lo que entonces había.
A medida que los efectos generados por los estímulos se vayan diluyendo se irá despejando la dura realidad: no hay nada bajo nuestros pies, menos aún bajo los de una economía como la española de 46 millones de habitantes que ha crecido a base de ir al bulto.