Por… Yohir Akerman
El 2010 fue un año terrible para Barack Obama, pero bueno para Estados Unidos. Paradójico. El país recuperó su cauce económico con una menor volatilidad, avanzó en temas sociales y logró sanar el daño hecho en el ámbito internacional a su reputación como potencia, pese al escándalo de Wikileaks.
Para su Presidente, en cambio, su segundo año de gobierno significó una lluvia de críticas y una caída abismal de su popularidad. El castigo mayor fueron las elecciones de noviembre pasado, donde el avance de los republicanos hizo que el presidente Obama tuviera que revisar la agenda con la que llegó a la Casa Blanca.
El Mandatario asumió el gobierno en medio de unas expectativas desmedidas, tanto internas como al exterior de su país, por una sociedad que esperaba casi milagros de él. Obama ha logrado poco de lo que se esperaba pero ha demostrado ser un líder, sereno y metódico, que está a la altura de los retos que enfrenta su país. Pero entre los demócratas ha ido creciendo una decepción por la lentitud de las reformas y la actitud metódica con la que el Presidente se enfrenta a los obstáculos.
Cambios le ha tocado hacer. Al iniciar su segunda mitad de gobierno el presidente Obama dará mayor prioridad a la política interior sobre la exterior y aparcará, posiblemente, sus proyectos más reformistas.
No se ve bien el panorama para el Mandatario. Obama tiene ahora un Congreso de mayoría republicano pero dividido, con el que le tocará hacer grandes concesiones y seguir girando de la izquierda hacia el centro, posiblemente parándose en la derecha en muchos temas. Esto constituye una oportunidad para los intereses colombianos de aprobar el TLC y ser el socio estratégico en la región con una agenda bilateral balanceada.
En el tema de la inteligencia también le espera un terreno espinoso. El escándalo de Wikileaks que, muchos analistas aseguran, fue filtrado por el propio Pentágono estadounidense como una alarma a la Casa Blanca en señal de descontento a las políticas menos guerreristas de su Presidente, es un reto complejo.
El mensaje al Presidente: se pueden filtrar cosas graves para la seguridad nacional. El método: entregar a Wikileaks temas sin importancia pero que hicieron mucho ruido. El resultado: una tensión fuerte entre el Ejecutivo y los organismos de inteligencia, defensa y seguridad.
Esto, sumado al Congreso que se posesionó la semana pasada, harán que los últimos dos años de Obama serán aún más retadores, precisamente cuando su administración deberá mostrar mayores resultados para la campaña reeleccionista del 2012.
El Mandatario tendrá que dar lo mejor de sí mismo, como líder y como estadista, para lograr mejorar su popularidad en el electorado y con eso asegurar cuatro años más. Pero el partido de oposición ni es marginal, ni es novato.
No obstante, y por fortuna de Obama, los republicanos están fragmentados y su candidata más clara para las presidenciales, Sarah Palin, es un chiste para gran parte de los electores estadounidenses y sería relativamente fácil vencerla en los debates. Pero el ingreso del Tea Party, con su corta pero radical agenda, ha generado recelo en los sectores republicanos más tradicionales y también genera un problema dentro de esa colectividad.
Esto ha generado una clara segmentación que el Ejecutivo seguro aprovechará para pasar el grueso de su reforma de la salud y con una buena capacidad negociadora podrá sacar reformas importantes, como lo hizo al final del último periodo.
El presidente Obama necesita demostrar resultados y quitarse de encima el lastre de que su administración ha comenzado a dar pasos de ciego y patadas de ahogado. De lo contrario, su caída seguirá hundiendo al partido demócrata.
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