Por… Manuel Hinds
El Socialismo del Siglo XXI no es un sistema de gobierno sino una manera de gobernar de acuerdo a los deseos arbitrarios de un dictador. Aunque no tiene ninguna definición específica de nada —ni objetivos ni medios ni procesos— sí ha mostrado que es una manera de gobernar que no es para países pobres, ya que aun a los ricos los empobrece.
La magnitud del desastre económico que el desaforado gasto del gobierno del presidente Chávez ha inflingido en Venezuela, puede apreciarse en el hecho que no sólo tiene la tasa de inflación más alta de Latinoamérica, sino que además tiene una enorme escasez de dólares. Esto sucede a pesar de que el promedio anual de las exportaciones del país, que había sido de cerca de $25.000 millones de 1990 a 2005, se triplicó a $74.000 millones anuales de 2004 a 2009. Sólo en 2009 el país exportó $97.000 millones, lo que exportaba en tres años a principios de la década. Todo esto no es porque el país haya ganado en competitividad sino porque el precio del petróleo ha subido exponencialmente.
Los dólares son tan escasos y caros que cada vez es más difícil para las empresas suplirse de materias primas y materiales necesarios para la producción. Así como era en El Salvador en tiempos del presidente Duarte, en Venezuela hay varios precios para el dólar. Hasta fines de diciembre de 2010, había tres precios oficiales, dependiendo de a qué ventanilla lo mandaran, más el precio del mercado negro. Es decir, había cuatro precios. El sistema que el Banco Central tiene para asignar el precio a distintas personas no es transparente. La verdad es que usted paga más barato o más caro dependiendo de sus influencias políticas.
La primera ventanilla era supuestamente para empresas importando cosas muy necesarias, como comida, medicinas y otras cosas que el gobierno especificaba. El precio en esta ventanilla era de 2,60 bolívares fuertes por dólar. En la segunda ventanilla había dólares para empresas importando cosas que el gobierno considera importantes pero no tanto, como carros, petroquímicos y productos electrónicos. En esta ventanilla el dólar valía 4,30 bolívares fuertes por dólar.
Había una tercera ventanilla para las empresas que importan bienes que eran menos importantes. El Banco Central provee los dólares de una manera bastante complicada en esta ventanilla, llamada el Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera (Sitme). En este sistema, el Banco Central de Venezuela no da dólares en efectivo a los que los necesitan y son aprobados para recibirlos, sino que les da bonos del gobierno de Venezuela denominados en dólares, para que los vendan en el extranjero. Es decir, si usted es un importador y el Banco Central le aprueba la venta de $1.000.000, no le dará los dólares sino bonos del gobierno por $1.000.000. Usted tiene que ir a venderlos a Nueva York, en donde hay un mercado para ellos. El precio nominal en esta ventanilla es de 5,30 bolívares fuertes por dólar. Sin embargo, el precio real es mucho mayor porque el mercado de Nueva York compra estos bonos, que pertenecen sólidamente a la clase de bonos chatarra, al 74 por ciento de su valor nominal, de tal manera que si el Banco Central de Venezuela le dio bonos por $1.000.000, usted recibe sólo $740.000 cuando los vende. Esto hace que el verdadero precio que usted paga en el sistema Sitme sea 7,16 bolívares fuertes por dólar.
Finalmente, todas las demás empresas, y todos los ciudadanos que no son parte de la rosca del gobierno, tienen que irse al mercado negro, en donde pagan entre 8,40 y 9,00 bolívares fuertes por dólar.
Esto era así hasta fines del 2010. En enero, el Banco Central cerró la ventanilla de 2,60 bolívares fuertes por dólar, de forma que hoy aun las empresas que el gobierno considera que son las más importantes pagarán 4,30 bolívares fuertes por dólar. Esto es equivalente a haber devaluado el llamado Bolívar fuerte en un 65 por ciento para estas empresas. Pero ellas no son las únicas que sufrieron una devaluación, ya que las empresas que pagaban 4,30 pasaron al Sitme (Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera), y han tenido que comenzar a vender bonos en Nueva York. Para ellas la devaluación también será de 65 por ciento. Y ellas harán que las que estaban en esa categoría caigan del Sitme al mercado negro. Al final, el efecto es un encarecimiento de todas las importaciones en Venezuela, que a su vez encarecen todos los bienes y servicios.
El costo económico de este sistema es astronómico. Tiene dos componentes. En primer lugar está el costo causado por la inflación misma, que golpea principalmente a los pobres y marginados. Con los precios subiendo al 27 por ciento anual y los salarios estancados por la crisis económica la situación de esta gente es realmente desesperada. En segundo lugar, está el desperdicio de tiempo para las empresas, que en vez de concentrar su gerencia en mejorar su productividad tienen que dedicar su tiempo y esfuerzo a conseguir los dólares.
Esta es sólo una pequeña muestra de cómo el gobierno de Chávez ha logrado convertir lo que debería ser un período de abundancia en uno de crisis y escasez. Eso es parte, la más pequeña, del costo que el pueblo venezolano está pagando por el populismo del gobierno. Peor aún es la pérdida de la libertad.
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