Acabo de leer un informe de competitividad de 96 páginas, puesto a disposición de una asociación empresarial. En este informe se intentan definir los ejes de actuación que se consideran imprescindibles para garantizar la competividad de las empresas y en consecuencia, el mantenimiento del estado del bienestar. Este decálogo de medidas concretas está basado en tres puntos clave: el apoyo a planes o proyectos estratégicos, la financiación, y la gestión de estas organizaciones y por supuesto de las personas que las constituyen. Los autores del informe han seleccionado los factores clave en los que se han observado carencias al analizar el tejido productivo, siendo el objetivo último, asegurar la competitividad de las empresas.

Les voy a intentar resumir este decálogo.

1.- Se hace un verdadero hincapié al impulso, apoyo y lanzamiento de proyectos empresariales estratégicos, planteándose un verdadero reto a las empresas al sugerirles una diversificación hacia sectores como las energías renovables, medio ambiente  o ciencias de la salud. El informe además subraya la importancia de atraer nuevas iniciativas e inversión y tecnología extranjeras.

2.- El tamaño importa hoy, y mañana importará más. Se aboga por fusiones, compras, adquisiciones, alianzas, pero claro, se incorpora la “coletilla” de que sería necesaria una cláusula para poder mantener el control de la empresa en el territorio y no fuera.

3.- El informe se decanta claramente por la formación aplicada a la empresa, incentivando herramientas que faciliten la toma de decisiones y el aumento de la calidad en la gestión.

4.- Potenciar becas formativas en universidades de prestigio o prácticas en empresas del exterior pero con un compromiso de retorno.

5.- Apoyo fiscal a las empresas que contraten técnicos de alta cualificación en primer empleo, incentivando la movilidad desde las universidades y centros tecnológicos hacia la empresa.

6.- Implicar a los trabajadores en la empresa vía oferta de acciones o cualquier otro mecanismo que mejore la participación y el compromiso hacia la empresa.

7.- Las empresas necesitan de buenos gestores, para ello sería necesaria la organización de formación en temas como el liderazgo, habilidades interpersonales, relaciones comerciales…

8.- Búsqueda de socios financieros o industriales que faciliten el diseño de proyectos estratégicos tractores.

9.- Incentivar de la manera más apropiada la inversión privada en las empresas (cotizadas y no cotizadas) mediante fórmulas como el capital riesgo…

10.- Ayuda a los proyectos de refinanciación facilitando la confluencia entre las entidades financieras y las empresas.


Es probable que las empresas que apuesten por estas medidas, estén  en mejor situación que el resto para superar la fase más aguda de la crisis. Pero mientras esto es sólo probable, lo seguro es que tras superar “lo peor” de la crisis les queda mucho, demasiado quizá,  para “navegar” en la zona de “lo malo”. Por eso la mejoría que podemos esperar nos aleja del pánico pero no consigue entusiasmarnos.

Ah! Y por cierto, la recuperación, de darse, nunca se dará con un reparto geográfico, ni temporal uniforme, les recuerdo que nosotros el verano de 2007 mientras el mundo se hundía en la recesión,  nos tostábamos en la playita creyéndonos lo que decían nuestros mandamases acerca del “hecho diferencial”, de que no había problemas estructurales de solvencia, de que sólo eran problemillas de liquidez.

Esperemos por el bien de todos que nuestras empresas tengan las suficientes reservas para soportar el ayuno de beneficios, ya que el purgatorio por el que transitamos no va a ser peor que el de otros, pero si más largo.


Salud y suerte en las inversiones, las vamos a necesitar.