Por…  Henry Medina Uribe

Observando lo que pasa a mi alrededor y los acontecimientos que los medios de comunicación difunden, me he preguntado si la evolución o cambio de circunstancias es siempre para bien de la especie humana, de las organizaciones que modulan nuestras vidas y del ambiente en el cual nos desarrollamos.

Uno de los cambios observados hace referencia al estilo de dirección de quienes tienen responsabilidades grupales. Hoy, definitivamente, el carácter de las personas con liderazgo es diferente. Tal vez más para mal que para bien. De todas maneras, me agradan más las cosas que veía antes. Carácter, bella palabra que expresa una valiosa cualidad que tiende a desaparecer del léxico habitual y de la conducta de las personas y de los pueblos.

Actualmente es más importante y rentable el encanto personal, el carisma y la capacidad de transar que la ética, la firmeza y la energía.

Se ha hecho más importante el objetivo personal e inmediato que los principios y valores que con frecuencia se relegan afectando perversamente a las organizaciones a las cuales se sirve.

Me parece que ello no es bueno. El carácter es un constructo sicológico y su falta afecta la confianza y la credibilidad en los líderes y en las instituciones públicas.

Pertenezco a quienes piensan que el carácter es uno de los prerrequisitos del líder efectivo y condiciona su capacidad para influir sobre el pensamiento y la acción de las personas y las realidades del entorno. Por ello, apoyo la idea que afirma que el carácter hace la diferencia entre un líder inspirador y otro que fundamenta su acción y beneficio personal en la autoridad delegada por un acto administrativo.

El carácter es la única cualidad que tienen en común los verdaderos líderes y no los formados por la espuma de las campañas publicitarias o la antigüedad en la tarea.

La cualidad a la cual me estoy refiriendo es de una alta eticidad. Obedece a la coherencia que debe existir entre el pensamiento, la palabra y la acción.

Ella se suma a otras características esenciales en la persona investida de autoridad que busca un liderazgo efectivo, antes que el beneficio personal de momento: El conocimiento de la actividad que dirige, la capacidad comunicativa para transmitir un mensaje útil, importante y creíble; un estilo de vida digno de ser imitado, y fe plena en la causa que propone, le compromete y defiende.

Mi invitación en este año electoral es a valorar y ponderar en alto grado nuestra decisión en las urnas.

Aunque sea un concepto que a veces aparezca caduco, pienso que el carácter de los candidatos es una de las condiciones que debemos analizar. No es nada fácil, pues como D. L. Moody decía: El carácter es lo que somos en medio de la oscuridad, cuando nadie nos está mirando.

Pero también es válido lo que alguna vez leía: Tu carácter determina quién eres; lo que eres determina lo que ves, y lo que ves determina lo que haces. Repito lo expresado en ocasión previa: lo que hagan los líderes que elijamos en los próximos meses es la resultante de nuestra decisión y por ende nuestra responsabilidad.

Suerte en sus inversiones…