Por… Beatriz De Majo C.

A pesar de que el Confucionismo y el Taoismo en China han preconizado por siglos la moderación, la adopción progresiva de costumbres y actitudes occidentales en las tres últimas décadas por su sociedad, ha provocado el abandono de los protocolos de la mesa china.

Es una tradición entronizada que al reunirse para brindar y beber, los chinos den más importancia a la persona con quien beben que al licor que consumen. En Occidente, por el contrario, es la bebida el centro de interés y no las personas con las que las gentes se juntan para libar.

La influencia de la cultura occidental ha hecho que en la medida en que se han vuelto corrientes las celebraciones fuera de la casa y esta socialización sustituye progresivamente a la reunión familiar, el apego y respeto por los comensales ha migrado y hoy se sobredimensiona, al igual que en Occidente, al alcohol como el eje de las reuniones.

Las autoridades están hoy acusando el golpe que representa un consumo social más acentuado de licor que se traduce en creciente violencia familiar y callejera y en mayor número accidentes de tránsito. Un paso importante se dio este año, entonces, al aprobarse, en mayo, la enmienda del Código Penal para incluir entre los delitos el de manejar embriagado aun sin haberle causado un daño a otra persona o a la propiedad de un tercero. Diez mil años atrás, China, como uno de los tres centros agrícolas del mundo, junto con Oriente Próximo y América Central, era el país con la mayor producción de cereales.

Una amplísima variedad se producía en muy altos volúmenes, los que además de cubrir las necesidades del pueblo, generaban los excedentes que se convirtieron en el cimiento de la producción de licor blanco a partir de cereales. Aunque también en China brindar con bebidas alcohólicas es parte de la celebración de todo tipo de eventos, la tasa de consumo de licor entre sus nacionales es casi la mitad de la de los europeos y dos tercios de la de los americanos.

El consumo exponencial de licores amarillos diferentes a los chinos, que son casi todos blancos, tiene que ver, pues, con la transculturización que China está sufriendo como consecuencia de su acercamiento a Estados Unidos y a Europa.

Es necesario entender que la cultura etílica de ambos grupos poblacionales es muy distinta, particularmente en lo referente a las ocasiones en las que se bebe, los ritos que rodean la bebida y el tipo mismo de alcohol con el que se celebra. Pero, en síntesis, además de lo cuantitativo se está produciendo una transformación cualitativa en el beber.

Hoy por hoy la importación de bebidas alcohólicas desde Occidente está conociendo su era dorada. Los trabajadores de cuello blanco y la clase media del país son los responsables por el notorio incremento del consumo de bebidas espirituosas que es lo que jalona la importación de distintos tipos de alcohol.

Whisky, brandy, gin, vodka y ron son los licores más favorecidos por el ajuste a la baja de las tarifas y por la demanda de los locales, lo que es solo la consecuencia de un más alto ingreso per cápita. Nada de esto lleva a concluir que China se está alcoholizando aceleradamente. Costumbres milenarias, cordura y frugalidad siguen siendo el eje conductual de esta vasta población.

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