Por… Óscar Hernández

¿Les han contado cómo se hacían las arepas un montón de años atrás? Más claro todavía: ¿conocen un “aparato” llamado pilón? Si no lo conocen pueden hacer su visita al Pueblito Paisa y allí van a contemplar uno de esos altos cuencos hechos de una sola pieza, un trozo de árbol al que se le ha sacado gran parte de la madera hasta dejar espacio suficiente para echar tres o cuatro “puchas” de maíz blanco o amarillo. ¡Santa ingenuidad la mía! Les hablo de puchas y van a quedar en ayunas.

Pucha es algo así como un kilo, digo que algo así porque no recuerdo exactamente su equivalente. Pero, en fin, allí pilaban el maíz y luego se cocinaba y se hacían las arepas. Todo eso pasó a la habitación del clic donde una maquinita pequeña te muele lo que sea con solo apretar un botón, hacer clic, y recibir el material para tu arepa. En este tiempo todo es a base de clic. Para buscar las noticias hundes, tocas o sobas el clic del televisor o de la radio, o de lo que sea… y “lo que sea” también tiene clic.

¿Un rato de caricias? El clic te manda quién te las haga. ¿Una gaseosa? Pon tu dedo en el clic y listo. Si vas a llamar por teléfono acude a tu clic y asunto resuelto. El clic es el ábrete sésamo del siglo. No hay nada que se resista a un golpe de clic. Hay quienes dicen que es la vida ideal, la era de la dicha, pero yo sigo creyendo en algunas bondades del pilón. Por ejemplo el rítmico y hermoso bamboleo de los pechos campesinos que algunas veces se mezclaban con la harina del maíz conseguida en el hermano pilón… y qué arepas las de aquella época feliz.

PAUSA . Se regalan libros… con el veinte por ciento de descuento.

HOMO . Está bien, respeto el homo, o mejor la palabra Homo, porque no me corresponde descalificar o borrar palabras de la Real Academia de la Lengua que debe ser de las pocas cosas reales que nos van quedando porque ya lo virtual, que no lo virtuoso, se impone en este mundo de la llamada tecnología, de la nanología y de las demás logías que se nos viene encima, como la maltratada ecología.

Pero no puedo pasar por alto una palabreja que se me ocurre para señalar o señalarnos a nosotros mismos. Ya no creo que se trate del homo sapiens sino del humus sapiens. Del animal tierra, del hombre basura, del sujeto terrón, del mamífero barro, del señorito o del pater fango. En fin, que debemos emprender una campaña seria para dar al hombre de hoy el nombre que le corresponde en los tratados de zoología. Y otra logía que nos cae de sorpresa.

¿Debemos y podemos seguir creyendo que somos los reyes de la creación? Si vamos a cantidades, los insectos nos ganan por multimillonadas, si nos metemos con las ratas, se dice que hay diez de ellas por cada ser humano. Si es que somos seres y seguimos siendo humanos debemos probarlo con nuestras acciones y no seguir siendo los depredadores mayores, los enemigos de todo lo amistoso que nos queda en el planeta. De todas maneras y como buen colega, un apretón de manos a mi hermano el Humus Sapiens que algún día descansará en paz, comido por las hormigas.

Suerte en sus inversiones y no haga mucho clic…