Bastan unos minutos en cualquier ciudad india para darse cuenta que, a pesar del “boom” económico que vive el país de Gandhi, las infraestructuras no parecen de este siglo y que es casi imposible que puedan sostener un crecimiento del 7% anual.

Las carreteras, en su mayoría irregular, son alfombras de asfalto por las que difícilmente se puede circular sin dejar de saltar en el asiento; la electricidad, parece esconderse cuando más se le necesita y tendrán que pasar décadas hasta que dé sus frutos el ambicioso programa de colaboración nuclear entre India y EE UU; cerca de 700 millones de habitantes no tienen la posibilidad de hacer sus necesidades en un váter, y una cifra un poco menor no tiene acceso a agua potable canalizada.

Sin embargo cerca de 150 millones de indios han accedido a una clase media que reclama sustanciales mejoras en las infraestructuras de un país destinado a ser protagonista en el mundo globalizado.

India es un mercado muy jugoso para las empresas españolas de la construcción. Un ejemplo es la planta desaladora que ha desarrollado Befesa (filial de la sevillana Abengoa) en la costa de la ciudad de Chennai, uno de los principales focos industriales del país. Esta planta ha comenzado a operar en periodo de pruebas a principios de Abril, y estará al cien por cien de su capacidad en el último trimestre del año. Entonces producirá unos cien millones de litros de agua potable al día, que venderá a un precio aproximado de un dólar el metro cúbico (mil litros) al consorcio de aguas de la ciudad.

Para su construcción, Befesa ha utilizado la última tecnología de materiales y equipos para conseguir niveles de calidad europeos. Incluso ha tenido que importar la arena que se utiliza en todas las fases del filtrado.

Befesa ha construido la desaladora bajo una concesión de 25 años. Después de ese tiempo la infraestructura pasara a manos públicas. Pero, para entonces y si no hay imprevistos, la planta habrá facturado en torno a los 700 millones de euros brutos, una cifra considerable teniendo en cuenta la inversión inicial que ronda los cien millones de euros y que ha sido acometida a mitades entre Befesa  y el socio local que desarrolla el proyecto en “join venture”, IVRCL.

Con la falta de liquidez actual es prácticamente imposible acometer una construcción de estas dimensiones y si hoy en día es real, sólo ha sido posible gracias al soporte financiero de Abengoa. No en vano, es la mayor infraestructura construida jamás por una empresa española en India.

Y  lo será hasta que Isolux, en “join venture” con Soma, ponga en marcha las dos autopistas cuya licitación ha conseguido, en una concesión a 20 años, y que suponen el mayor logro de una empresa constructora a nivel europeo en India, con un costo que ronda los 500 millones de euros.

La historia ha demostrado que India da alas a quienes tienen la paciencia para establecerse en el país, ya que por regla general las empresas españolas que llegan, pasan un par de años duros antes de mostrarse satisfechas y comenzar a ver resultados. Es raro el fracaso pasado ese tiempo.

Y lo mejor de India desde mi punto de vista es que su crecimiento está basado fundamentalmente en el consumo interno, no en el sector exterior y esto supone que existen grandes oportunidades para quienes ataquen su mercado.

La inversión en India, debe ser a medio-largo plazo, ya que la implantación es dura y farragosa debido fundamentalmente al exceso de burocracia y las dificultades existentes a la hora de comprar terrenos.

De todas maneras pienso que hay sectores que no deberían darle la espalda a este gran y poblado país.      ¿Quién se anima?

 

Salud y suerte en sus inversiones, las vamos a necesitar.