Por… Mark Weisbrot

Durante las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en Washington, se habló más de lo mucho que el FMI ha cambiado. En su discurso del miércoles en la Brookings Institution, el Director Gerente del FMI Dominique Strauss-Kahn citó a John Maynard Keynes:

 Las fallas pendientes de la sociedad económica en que vivimos son su incapacidad para proveer el pleno empleo y su distribución arbitraria y desigual de la riqueza y de los ingresos.

 

En su discurso de apertura de las reuniones de otoño del año pasado fue aún más allá, subrayando el aumento de la deuda pública en los países de altos ingresos, lo que debería ser lectura obligatoria para los periodistas de negocios de EE.UU.:

 

Pero no se equivoquen: este aumento de 35 puntos porcentuales [de la deuda pública de los países de ingreso alto] se debe principalmente al bajo crecimiento, a los gastos vinculados al rescate del sector financiero, a la falta de ingresos debido a la desaceleración económica. Sólo alrededor de una décima parte proviene directamente de los estímulos. Así que la lección es clara: la mayor amenaza para la sostenibilidad fiscal es el bajo crecimiento.

 

Por supuesto, ha habido algunos cambios significativos en el FMI en los últimos años, sobre todo en el ámbito de la investigación, donde el Fondo ha reconocido  que los controles de las entradas de capital son un instrumento legítimo para ser usados por los gobiernos. Ha habido una cantidad limitada de prestamos sin condiciones. Y aunque, durante la recesión mundial, el FMI incluyó condiciones “procíclicas” (es decir, políticas macroeconómicas que empeoraron la desaceleración) en la mayoría de sus acuerdos, por el lado optimista se dio marcha atrás en muchos casos mientras la crisis se profundizó.

 

Pero desafortunadamente, la práctica del FMI sigue sin coincidir con su retórica, e incluso cada vez más, con su propia investigación. En Grecia, Irlanda, España, Portugal, Letonia y otros países, el Fondo sigue participando en la aplicación de políticas “pro-cíclicas” que impedirán que estos países se recuperen durante mucho tiempo. Para Grecia, Irlanda y Letonia, por ejemplo, serán 9-10 años antes de que lleguen a los niveles de PIB que tenían antes de la crisis.

 

No hay absolutamente ninguna excusa para esto, desde el punto de vista económico. Cualquier política que requiere este tipo de período extendido de desempleo y de estancamiento está equivocada por definición.. Si esto es lo que necesitan para asegurar el pago de la deuda, el país estaría mejor con el incumplimiento de su deuda. Argentina se enfrentó a una carga insostenible de la deuda y adoptó el incumplimiento de pagos a finales de 2001. La economía se contrajo sólo un trimestre y luego creció 63 por ciento en los siguientes seis años, recuperando en menos de tres años su nivel de PIB anterior a la crisis .

 

Retórica aparte, las políticas del Fondo aún reflejan el punto de vista de los acreedores. Y desde el punto de vista de los acreedores, un país como Grecia – que incluso los mercados financieros reconocen tendrá que reestructurar su deuda en algún momento – primero tiene que pasar por el infierno. Las autoridades europeas y el FMI en conjunto tienen tanto dinero ahora ($750 mil millones para el FMI, $635 mil millones para la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera, $87 mil millones para el Fondo Europeo de Estabilización Financiera) con lo que sería muy sencillo rescatar a las economías relativamente pequeñas de Grecia, Irlanda, Portugal, o Letonia – e incluso a la economía española, mucho más grande – de una manera no dolorosa. Es decir, primero restablecer el crecimiento y el empleo, y preocuparse por la deuda después que la economía ya esté en camino.

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