Por  Alen Mattich, Dow Jones Newswires

No importa el tambaleo de las bolsas de valores de la última semana. El creciente consenso entre los inversores y analistas es que las economías se dirigen hacia un rebote pronunciado y duradero, esto es, hacia una recuperación en forma de V. Se equivocan.

Si bien las economías se están recuperando, lo hacen sólo gracias a los gastos de los gobiernos. Los gobiernos están funcionando como una máquina de bombeo. Todos ellos seguirán manteniendo la ayuda artificial hasta que el propio órgano del paciente -en este caso la demanda del sector privado- se haya curado suficientemente como para desarrollar sus funciones de nuevo. Y entonces se suspende el bombeo artificial. Así es como se supone que tiene que ser.

Desafortunadamente, no tiene en cuenta los altos riesgos de una infección aguda -en este caso inflación- y de recaída si el bombeo se quita demasiado pronto o si parte del músculo está tan dañada que no puede recuperarse del todo. Y en este el caso, las probabilidades de que el paciente experimente una recuperación de libro son casi nulas.

Nouriel Roubini, economista, y Bill Gross, director ejecutivo de Pimco, el gran fondo de bonos, dieron la semana pasada algunos argumentos sobre por qué no volveremos pronto a los buenos tiempos del pasado (reciente). En el corto plazo, los problemas son múltiples. Las altas tasas de desempleo no desaparecerán pronto, incluso aunque se produzca la recuperación. La disponibilidad de crédito por parte del sector privado es escasa, y la capacidad del sistema financiero para ofrecer apalancamiento seguirá limitada, si no permanentemente, sí mientras la actual generación recuerde lo ocurrido en 2008.

A más largo plazo, el proceso de desapalancamiento de los hogares en Estados Unidos no ha hecho más que comenzar. Las tasas de ahorro han aumentado, pero todavía tienen que subir más y mantenerse durante un largo tiempo antes de que los balances de los hogares retornen a los niveles que se consideran sanos. Ello implica unas tasas de consumo más bajas, una reducción que sólo será contrarrestada en parte por el aumento de la demanda en los países en desarrollo, ya que estos, especialmente China, están todavía centrados en recuperarse a través de las exportaciones en lugar de mediante la demanda interna.

Y eso por no mencionar el hecho de que los gobiernos tendrán que desapalancarse. A medida que comience la recuperación, gran parte del endeudamiento de los gobiernos tenderá a desplazar a la inversión del sector privado en la competencia por los ahorros. En otras palabras, cabe esperar que los tipos de interés reales suban de forma drástica. Los bancos centrales pueden -y lo harán- intentar sortear este problema manteniendo los tipos de interés oficiales bajos durante más tiempo, pero eso tendrá como único resultado más inflación.

Como norma, a los gobiernos no les gusta tener menos o renunciar al poder. El resultado será unos estados de mayor tamaño y tendentes a la intrusión. La historia demuestra que esto suele ser económicamente ineficiente, y el resultado probablemente será una tendencia de crecimiento menor. Una menor tasa de crecimiento de la economía general, unos mayores tipos de interés reales y una mayor intervención estatal implican tasas de rentabilidad empresarial inferiores a la media. Dado que la rentabilidad de las empresas en esta última década ha tendido a ser significativamente superior a la media, el crecimiento de los beneficios podría ser muy anémico en los próximos años.

Es improbable que los inversores estén preparados para nada de esto; al menos eso es lo que sugieren las valoraciones de las acciones. Las valoraciones sugieren un retorno a los tiempos de la expansión. Pero esos tiempos no volverán.