Por  Santiago Niño Becerra

Es un concepto que parece nuevo, pero no lo es. La RAE desconoce tal palabra, pero no ‘sostenible’: “adj. Dicho de un proceso: Que puede mantenerse por sí mismo, como lo hace, p. ej., un desarrollo económico sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes”. La idea, entonces, es, aplicándolo al planeta, que la Tierra crezca con los cambios estructurales precisos sin menoscabo en el stock de las commodities con que se cuenta y sin que los Marcianos nos den nada. Aplicándolo a un país o zona sería lo mismo, pero adaptando dimensiones.


Lo habrán visto porque de él se ha hablado bastante: un reportaje de TVE sobre una cosa denominada ‘Obsolescencia Programada’ (para quienes no lo haya visto aquí). La idea es conocida: de alguna manera los bienes son programados para que su duración sea corta, en cualquier caso mucho menor de la que podría ser a fin de que se adquieran nuevos bienes que sustituyan a los estropeados.

La misma idea de ‘sostenibilidad’ rechaza la de ‘obsolescencia programada’: si la duración de los bienes crece, bien porque su calidad aumenta, bien porque son reparados, el consumo de commodities será menor y el crecimiento será sostenible. Las pregunta es: ¿es algo así posible?.

Lo que en términos históricos se conoce como Fase de Acumulación Originaria de Capital, es decir, la base sobre la que se levantó todo el devenir posterior del Sistema Capitalista: sus cimientos, puede darse por concluida en 1870, pues bien, tomando como índice 100 el valor suma de los PIBs de las economías desarrolladas, en 1949 el valor equivalente había aumentado hasta 632, sin embargo, tomando como base la misma suma en 1950 y asignándole el valor 100, en el 2010 el valor es de 653. Valores similares, pero el primero obtenido en 80 años y el segundo en 60.

Ya, dirán que sólo hay una diferencia de 20 años, el problema reside en cómo se han obtenido esos 653 puntos: incrementando el consumo más y más: colocando el 100 en 1950, 23 años después este se situaba en 288 puntos; situando el 100 en 1973, tras 18 años el valor era 158; puesto el 100 en 1991, 19 años después el índice era 143. Cada vez costaba más avanzar, cada vez era más difícil crecer. La salida era el hiperconsumo de todo por parte de la mayor cantidad posible de población, y ello tan sólo fue posible concediendo unas capacidades de endeudamiento a personas, empresas, regiones y Estados, inconcebibles unos años antes, y no es ilógico pensar, recurriendo a la ‘obsolescencia programada’.

¿El precio del crecimiento?, capacidades productivas subutilizadas, volúmenes de deuda impagables y desperdicio de commodities, horrible, cierto, pero un esquema ineludible si se quería continuar creciendo … y ocupando a la mayor cantidad de población que fuese posible; y eso es de lo más terrible del tema: que la ‘obsolescencia programada’, de existir, ha ayudado a que el desempleo del factor trabajo haya sido menor.

Ahora tras la crisis sistémica, de la que se saldrá a través de la productividad y de la optimización de procesos, ya no habrán capacidades productivas infrautilizadas, posiblemente -de existir- tampoco ‘obsolescencias programadas’, ni se desperdiciarán recursos, pero, ¿cómo se ocupará, entonces, a la población activa existente?.

¿Se han dado cuenta de que de este tema no se dice ni pío?. Se habla de la ‘flexibilizar el mercado de trabajo para que aumente la ocupación’, pero no se comenta ni palabra de cómo va ser eso posible, entre otras razones porque no es posible.

Pregunta: ¿la sostenibilidad es compatible con el desempleo?.

(La semana pasada un alumno, en clase, comentó algo para meditar, mucho, mucho. Es un caso real: el de un restaurante que conoce bien, un lugar mixto: menús los días laborables, carta los fines de semana. Bien, los números son directos. En Abril del 2005, cuando ‘España iba más que bien’ ese restaurante sirvió 1.920 menús a un precio medio de 11,90 euros, también en el mismo mes atendió a entre 350 y 400 personas que solicitaron carta y que se gastaron una media de 28 / 30 euros por comensal.

En Abril del 2010, hace un año, cuando el Plan E tiraba a toda máquina, cuando la población desahorró para seguir consumiendo, mientras (ahora lo hemosdsabido) la renta disponible iba cayendo: el 4% en el año, ese mismo restaurante sirvió 1.800 menús a un precio medio de 13,75 euros y entre 250 y 300 cartas que ascendieron a 32 / 35 euros. Es decir, en cinco años el precio del menú aumentó el 3% anual y el importe de cada carta creció entre un 2,9% y un 3,3% cada año.

En ese restaurante el precio del menú creció muy por debajo de la inflación anual media, al igual que lo hizo el avance de la facturación media por carta, sin embargo el número de comensales se fue reduciendo. ¿Qué ha hecho el propietario de ese restaurante?, pues se lo pueden imaginar: reducir costes. ¿Recuerdan que en diversas ocasiones hemos comentado que íbamos hacia posiciones minimalistas?, pues en eso seguimos).

(Absolutamente de acuerdo con el Sr. Fernández Ordóñez: que el ‘2011 será uno de los años más duros para la banca’, lo será, durísimo, aunque no sólo para la banca, sino para todos en todas partes: el decrecimiento del 5,1% habido entre el 2008 y el 2010 manifestado por el aumento del déficit que ahora hay que reducir se manifestará con toda su virulencia en el 2011, es decir, a lo que ya arrastramos de la precrisis se sumarán los efectos de todo lo que está sucediendo desde mediados del pasado año: LA pregunta: ¿qué no habrá que hacer para bajar otros 3,2 puntos de déficit este año teniendo en cuenta que, pienso, la economía española va a seguir decreciendo y no reduciendo su tasa de desempleo?. Muy duro, efectivamente).

Foro de Bolsa, un saludo.