Por…  Alberto Rabilotta
Lo que el gobernador de la Reserva Federal de Kansas City dijo, y esta no es la primera vez que manifiesta su posición crítica, es que el sistema financiero estadounidense ha quedado concentrado en cinco grandes bancos y que esto es incompatible con el capitalismo. Y agrega que para que el capitalismo funcione, las empresas, incluyendo las firmas financieras, deben ser permitidas, o empujadas, a competir libre y abiertamente, y deben ser imputables por sus fracasos. Solo bajo estas condiciones los mercados objetivamente asignan el crédito a las empresas más rentables.
 
Y recuerda que estas fueron las reglas que prevalecieron en la mayor parte de la historia de su país: “Tan tarde como en 1980 el sector bancario en Estados Unidos estaba relativamente desconcentrado, con 14 mil bancos comerciales y los haberes de los cinco más grandes representando el 29 por ciento de la totalidad de los haberes de la organización bancaria y el 14 por ciento del PIB (producto interior bruto). Hoy tenemos un mucho más concentrado y menos competitivo sistema bancario. Hay menos bancos que operan a través del país, y las cinco mayores instituciones controlan más de la mitad de los haberes de todo el sector, lo que equivale al 60 por ciento del PIB. Las veinte más importantes instituciones controlan el 80 por ciento de los haberes del sector, lo que representa alrededor del 86 por ciento del PIB”.
 
Al afirmar que el proceso de concentración del poder financiero es “fundamentalmente inconsistente con el capitalismo” y que provoca problemas sistémicos, Hoenig se refiere a la transformación del sistema, que pasó de un capitalismo industrial basado en la extracción de plusvalía, de la explotación del trabajo asalariado que estimulaba el consumo, el empleo y permitía la recreación del capital –sin olvidar sus nefastas consecuencias para la sociedad humana y la ecología en general- a la dominación por un poderoso, concentrado y parasitario capital financiero que está extrayendo una renta de la totalidad del sistema existente, que concentra cada vez más la riqueza en pocas manos y empobrece un creciente porcentaje de la población, y que crece como un cáncer porque se ha liberado casi totalmente de la tributación fiscal.
 
Las empresas de todo tipo están siendo “ordeñadas” mediante la especulación bursátil, uno de los campos más activos del capital financiero; los estados y los gobiernos locales han sido puestos al servicio de las finanzas y endeudados con los rescates bancarios y los ineficientes estímulos para reactivar las economías reales, de manera a servir de fuente de renta permanente al concentrado sistema financiero por el pago del servicio de la deuda pública y las políticas de austeridad que implican la privatización de las empresas y servicios públicos; los ciudadanos, que cargan con lo esencial de la tributación fiscal que sirve a pagar el servicio de la deuda, son obligados a pagar por servicios –desde la salud pública hasta la educación, pasando por el agua y las autopistas- que fueron creados con los fondos de los contribuyentes y otrora eran accesibles o gratuitos. Y para los retirados la dictadura del capital financiero exige ahora el alargamiento de los años de trabajo y una baja en las pensiones mensuales. Nadie se salva del ordeñe que alimenta a los financieros.
Suerte en sus inversiones…