Por…  Ana Cristina Restrepo Jiménez

En una ribera, un grupo de mujeres y hombres, desnudos, luchan a muerte. Sus cuerpos son fornidos, poderosos. Ellas, atacan con las garras, y a su alrededor, vuelan y se posan aves de rapiña. Ellos, con la bolsa atada a la cintura, se defienden: los picos son sus espadas, y las bateas sus escudos.

Forcejeos. Pedradas. Una guerrera chupa el cuello de un cadáver.
Ninguna de ellas tiene dos piernas: son patasolas, la encarnación de las fuerzas de la selva, guardianas de la relación entre la naturaleza y el ser humano.
Más que un mensaje estético, el mural “Combate mítico entre mineros y patasolas” (1948), de Pedro Nel Gómez, es una visión premonitoria…

El polvillo de carbón de la Drummond, en aguas samarias, o la amenaza que constituye el proyecto de la Greystar, en el Páramo de Santurbán, son un par de ejemplos del tipo de batalla que sacudió la imaginación del maestro de Anorí.
La explotación minera en el Páramo de Santurbán considera la utilización diaria de 40 toneladas de cianuro y 230 de anfo. En la primera fase, requiere dinamitar 1.075 toneladas de suelo, y su consumo de agua (cada día) será equivalente al que recibe una ciudad de 600.000 habitantes.
El argumento número uno a favor de la explotación en Santurbán (permítanme un bostezo: ¡qué retahíla tan caduca!) es la “generación de empleo“: el narcotráfico, las Bacrim y la guerrilla son, también, excelentes reclutadores de fuerza laboral.

Y el número dos es “la riqueza que va a dejar al país“: ¿Acaso dentro de veinte años nuestros hijos y nietos van a respirar y a beber dólares?
Es preciso redefinir el concepto de “riqueza”.

A finales de 2010, el Encuentro de Economía Ecológica invitó a Graciela Chichilnisky (*), creadora y promotora del Mercado de Carbono, un mecanismo para disminuir las emisiones contaminantes al ambiente.
La profesora de la universidad de Columbia pertenece a la corriente de investigadores que sostiene que la biodiversidad se puede aprovechar sin apelar exclusivamente a la economía extractiva. De hecho, Ecuador dejó bajo tierra el 20% de sus reservas de petróleo: 856 mil millones de barriles permanecerán en el parque de Yasuní.

“Dejen los minerales donde están, enterraditos, esa economía [extractiva] no le sirve a Colombia”, recomienda la académica argentina. El agua pura y el aire limpio son los verdaderos tesoros? las demás “riquezas” se pueden tasar y hasta sustituir.
Es que ya ni el mito merecemos. Las patasolas, hartas de cuidar la tierra, han visto un monstruo más aterrador que ellas mismas: la explotación indiscriminada -autorizada e ilegal- de oro, carbón, petróleo?

El maestro Pedro Nel tuvo una pasión: penetrar en la mentalidad que hay detrás del mito, en su función ética. Por eso, en esta obra, el “Pintor de la Patria” presiente muertos de ambos bandos.
Una de las patasolas yace sobre el suelo, abatida. A su lado, hay una bolsa tirada -ningún minero la mira, por sobrevivir al combate-: el color amarillo en su interior insinúa que podría contener oro.

* Entrevista publicada en UN, periódico de la Universidad Nacional de Colombia.

 

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