Una gran parte de los problemas que padecemos actualmente se deriva, no tanto de nuestro atormentado presente, cuanto de nuestro incierto futuro. Para poder sostener nuestro elevado nivel de bienestar, financiar la pesada estructura del Estado y,  asimismo convencer a nuestros acreedores de que sus deudas están a salvo y serán satisfechas al vencimiento previsto, necesitamos crecer. Necesitamos que la actividad retome una senda de crecimiento que se mida en puntos y no en décimas. Y eso, no está tan claro.

En los años de bonanza, España demostró un dinamismo increíble pero, las oportunidades de consumo e inversión no se aprovecharon, al contrario, diría yo que, se exprimieron y eso nos permitió reducir el paro, atraer un número elevado de trabajadores de otras latitudes y elevar el número de cotizantes a la Seguridad Social como de contribuyentes a la Hacienda Pública, engordando de ese modo las voraces arcas públicas.

Pero dilapidamos un tiempo precioso, hicimos el arduo trabajo de las hormigas, con la alegría de las cigarras. A nivel personal, gastamos sin medida, nos hipotecamos hasta las cejas. Hoy, con los tipos de interés al alza y las posibilidades de refinanciación a la baja, pagamos el pecado cometido. Les recuerdo que construimos autovías para unir ciudades en donde planificábamos aeropuertos y estrenábamos el AVE. Todo a la vez, mucho innecesario y casi todo impagable.

Los ciudadanos, sí, sí, nosotros, nos acostumbramos a que nuestra vida estuviese acompañada y por supuesto sostenida por el estado. Desde la cuna hasta el ataúd. Primero ayudas al nacimiento, guarderías infantiles, un poco más tarde escuela pública y después, la Universidad.  Si nos poníamos enfermos, sanidad gratuita, si perdíamos empleo, ayudas al paro. Cuando nos hacíamos mayores, pensiones y viajes del Inserso y cuando nada de esto era suficiente, residencias públicas de la tercera o cuarta edad. Todo gratis, casi todo con despilfarro y mucho fraude. A nivel empresarial, perdimos el tren de la innovación y descuidamos la necesidad de la exportación. Por eso somos hoy poco competitivos y nos cuesta tanto generar empleo.

¿Cuál es la solución? Pues sencillo, recuperar la cordura, practicar la austeridad, no la de otros, la nuestra, centrarnos en lo imprescindible, esforzarnos más, aceptar la perdida de algunos derechos accesorios para garantizar la sostenibilidad de los importantes, recuperar la responsabilidad individual y hacernos dueños de nuestro destino.

Que conste que esto no es un programa de gobierno, es un programa de vida, el enunciado de una manera de vivir ¿Hay alguien convencido de esto en la España de hoy? Si, media docena de pesimistas. Conozco alguno que otro, yo soy uno de ellos, ¿alguno de ustedes me ayudará a completar la media docena? Si están por la labor, si es el caso lo podemos comentar en nuestro foro de bolsa.

Salud y suerte en las inversiones, las vamos a necesitar.