Por…Cristina Del Río

Este domingo volvieron a cambiar la hora. Volvieron a quitarnos un trocito de vida de cada tarde.

Es evidente que estoy en contra del cambio horario, pero no es un capricho. Además, aclaro que el que no me gusta es el horario de invierno. Lo único bueno de este cambio horario es la pereza, el tener la sensación (sólo por un par de días) de poder disponer de una horita más para remolonear en la cama. Y punto. El resto del efecto es acortar la disponibilidad de tiempo útil de luz a todos los ciudadanos y meterlos de golpe en la tristeza invernal.
Lo del cuento del ahorro energético es falso. No, no se ahorra energía en invierno. Menos mal que algunos ecologistas ya se han dado cuenta y empiezan a levantar la voz, como “Ecologistas en Acción”.
Para saber cómo hemos llegado hasta aquí, lo explico por partes para que se entienda.
1º) El horario que se cambia es el de verano.
Se supone que ahora volvemos al horario “normal” (que tiene unos orígenes bastante rarunos). El cambio de verano se hace para ganar una hora de sol diurna y así ahorrar energía. Pero, ¿no es en invierno cuando más falta nos hace esa hora de luz?. Pues sí, claro que sí.
2º) ¿De dónde viene esta idea?
Pues la historia viene del siglo XVIII, cuando se vivía con velas… igualito que hoy en día, (que estamos a dos velas). Fue entonces cuando a Bejamin Franklin se le ocurrió que levantándose antes se ahorrarían velas y redactó un artículo (entre ironía, sátira, economía y política) que acabó llamándose “An Economical Project” y que podemos resumir en una frase: “Temprano a la cama y temprano al despertarse / vuelve al hombre saludable, rico y sabio.” El caso es que él no proponía un cambio de hora, sino que la gente madrugase más y listo. Hasta aquí todo bien y tiene algo de sentido común, sobre todo en su contexto.
Quien sí propuso el cambio de hora años después fue un jugador de golf británico al que le parecía fatal que justo cuando hacía buen tiempo en verano, no pudieran aprovecharse las horas de sol para practicar su deporte favorito por las tardes. Tampoco le hicieron mucho caso.
Finalmente, fueron los alemanes en la Primera Guerra Mundial los que se dieron cuenta de que necesitaban aprovechar la luz de las mañanas de verano trabajando en las fábricas, en vez de usar energía por las tardes, y luego los países aliados hicieron lo propio. En la guerra, todo vale.
Total, que desde 1918 llevan discutiendo sobre el cambio de hora pero nunca nadie lo ha tenido muy claro. De hecho en 1945 se quitó y volvió de nuevo en 1973 con la crisis del petróleo (hay que ver hasta dónde llega a mandar Mr. Petróleo). Hay países que lo aplican y otros que pasan. De hecho, hay estados de EEUU que lo aplican y otros no.
Un buen día, viendo que cada cual hacía lo que le daba la gana, Europa decidió organizarse, así que encargaron un estudio (Research Voor Beleid) para justificar que todos los veranos cambiásemos la hora y que además lo hiciéramos todos a la vez: el último domingo de Marzo y el último de Octubre. Eso sí, el estudio no es concluyente, matiza mucho el supuesto ahorro de energía, entre un 0% y un 0,5% como máximo y avisa que, dependiendo de dónde se aplique, la influencia varía.
3º) No afecta/beneficia a todos los países por igual.
Es cuestión de geografía: cuanto más al Norte y al Oeste, más se nota la diferencia de invierno y verano en Europa, y sobre todo entre el día y la noche. Vamos que en España influye menos que en Suecia, y ya en Canarias ni les cuento. Cuanto más cerca del Ecuador, este cambio no tiene sentido.
4º) Medir el ahorro energético:
Ufff,  se han hecho varios estudios, pero ninguno concluyente. Resumiendo mucho lo que hay por ahí, vienen a decir que la diferencia es de un 0,1% en ahorro neto, pero claro, sólo en verano y cuando no estaba tan extendido el uso del aire acondicionado…. tengan en cuenta que los estudios partían de datos de los 70 y 80.
Son pocos los que han hecho estudios serios comparables que valgan la pena: de cinco estudios, cuatro dicen que no se ahorra y uno dice que “un poquito”.
Todos los argumentos se han elaborado para justificar lo bueno que es cambiar la hora en verano y, si es tan bueno, ¿porqué no lo hacemos en invierno también y ya está?.
Además, antes sólo se medía el impacto en el consumo energético, pero ¿y las demás variables?.
5º) No sólo de petróleo vive el hombre:
Las otras variables que por fin se están empezando a ponderar ahora son: la salud, la necesidad de luz en invierno, la seguridad vial, los trastornos de adaptación, el coste de comunicación y aplicación de cada cambio, el efecto en el turismo, el daño al comercio haciendo que la gente vuelva a casa antes porque se les hace de noche y a la práctica de actividades de ocio al aire libre, especialmente deportes. Afecta a los niños en edad escolar, a la seguridad laboral (estos días aumentan los accidentes laborales), al estado de ánimo y, seamos francos: nos toca las narices.
Son cambios complejos que afectan a toda la economía, a los aparatos electrónicos, ordenadores, planes de viaje, al reloj de la cocina, al de la mesita de noche y al del coche!!!
Por cuestión de hábito o de inercia, millones de personas nos dedicamos dos veces al año a montar un circo porque sí, nos quejamos unos cuantos días y vuelta a empezar seis meses después.
…Scenario, mi propuesta:

Si no podemos cambiar la realidad, cambiemos al menos la forma de medirla: pongámosla en hora.
Pongamos la hora en su sitio, en un punto ideal acorde con el sol, con nuestra ubicación geográfica, con nuestra economía y con nuestra vida y dejémosla quietecita.
– Que nuestro horario sirva para disfrutar de la luz diurna, para aprovecharla y disfrutarla todo el año.
– Que nos dé calidad de vida: simplemente poder llevar a los niños al parque un ratito en invierno, pasear, ir de compras, hacer deporte, igual que en verano.
– Que nuestro esquema de tiempo se adapte al siglo XXI, no al XVIII.
– Que no haya más cambios cada seis meses. Ajustes de agendas, citas retrasadas, despistes,…
– Y por favor, no más tonterías escudándose en el supuesto ahorro energético. Hay que imponer medidas de ahorro energético de verdad y dejar de levantar cortinas de humo ridículas como estas. El cálculo del supuesto ahorro del IDAE es “potencial”, es decir, si todo el mundo actuara de forma responsable. Eso lo podemos hacer sin trastocar la hora.
Por eso, considero que esta situación puede cambiarse. De hecho ya existen informes de médicos, de asociaciones de automovilistas, de psiquiatras, de ingenieros y de economistas.
¿Qué pasa entonces? Que asumimos lo establecido como inamovible.
Pues no: el hombre evoluciona y sus ideas y formas de ver el mundo también. Hay que replantearse muchas cosas que se dan porque sí y ésta es una de ellas. Es fácil y es sólo cuestión de voluntad y sentido común.
Esperemos que prospere el sentido común, mientras tanto no se olviden este domingo de atrasar el reloj una hora:



Y recuerden:

Si no podemos cambiar la realidad, cambiemos al menos la forma de medirla: pongámosla en hora.

Nos vemos en el foro de bolsa!