Hoy me gustaría mostraros el escrito que el señor Juan Ignacio Crespo, actual Director europeo en Thomson Reuters, escribió este domingo pasado en el complemento “Dinero” de La Vanguardia, ya que lo he visto sensato y acorde a la realidad.

La evolución del Ibex 35 durante los seis últimos meses no podría ser más fácil de describir: desde sus máximos de noviembre de 2007 hasta finales de enero de este año perdió 4.000 puntos, y desde enero hasta mayo ha recuperado 2.000. O dicho de otra manera, desde un máximo intradía por encima de 16.000 hasta un mínimo, intradiario también, por debajo de 12.000 y vuelta otra vez a las cercanías de 14.000. La elegancia de las proporciones de Fibonacci parece imponerse por encima de los erráticos movimientos de cada jornada o de cada cierre semanal. Pero, ¿qué va a pasar con él a partir de ahora?

Para pensar un poco en su futuro, habría que repasar previamente lo que han sido sus movimientos fundamentales del pasado más reciente. Entre todos ellos destaca el máximo histórico marcado en el anterior ciclo alcista de la Bolsa española, tocando el 13.000 a falta tan sólo de 40 puntos. De modo que, en el momento actual, y tras pasar ocho años justos desde aquel máximo de marzo del año 2000, sólo estaría ganando un 6%, por lo que alguien que hubiera invertido en un fondo indexado al Ibex 35 habría obtenido como rentabilidad anual la proporcionada por los dividendos y… poco más. A pesar de eso, y seleccionando los períodos adecuadamente, el Ibex 35 ha vivido revalorizaciones espectaculares (del 200% desde marzo de 2003) y pérdidas del 60%, comparables por lo llamativas, en los dos años anteriores a marzo de 2003.

Fuerzas potentes

El futuro del Ibex 35 parece que se estuviera jugando en el entorno de ese nivel de 13.000 que fue el máximo histórico del año 2000. Las fuerzas que conspiran para derribarlo y hacerlo descender muy por debajo son, sin embargo, muy potentes. La más importante de todas es esa regla casi general que hace que históricamente tras cada caída de gran alcance de un índice de bolsa (digamos del 50%) no pasa mucho tiempo sin que se produzca otra de la misma dimensión. Y en este momento en que la crisis crediticia todavía sigue en pleno desarrollo no sería extraño que eso volviera a suceder. Lo que significaría, desde los niveles máximos de noviembre pasado, una caída hasta el entorno de 8.000 (por ahora, y desde el pasado octubre, sólo la Bolsa china ha tenido pérdidas de esa magnitud: 50%).

¿Parece exagerado? En este momento, sí. Hay que reconocer que ni la Bolsa española ni el resto de las europeas o norteamericanas están reflejando la crisis de los mercados de crédito en la medida que hubiera cabido esperar, sino de forma mucho más suave. Sólo en los momentos de pánico de enero pasado se llegaron a aproximar a lo que pudiera calificarse de crac bursátil: el Ibex 35 llegó a perder más del 25% y el S&P 500 casi el 20%. Desde entonces ha renacido la calma y ni siquiera en los días del rescate del banco Bear Stearns por JP Morgan y la Reserva Federal se llegó a ese nivel de paroxismo.

¿A qué esperan las bolsas mundiales en general y el Ibex 35 en particular para reflejar la crisis crediticia? A que esa crisis se vea reflejada en la situación económica, algo que siempre se toma su tiempo: entre 9 y 15 meses. O a que no se vea reflejada en absoluto. Y, más específicamente, el Ibex 35 espera no sólo a constatar que la tasa de morosidad sube fuertemente sino a que el pinchazo de la única burbuja que queda por estallar, la de las materias primas, empiece a afectar al negocio de las grandes empresas que lo constituyen y que tienen parte de negocio ligado a la prosperidad de Latinoamérica. Puede que ese momento no esté tan lejano.