Ahora que parece que todo el mundo está de acuerdo en que estamos inmersos en una gran crisis, no me negaran ustedes que cada vez que piensan en cómo está la situación económica internacional, y llegan a la conclusión de que la situación es muy grave y ven que las medidas que se perfilan como posibles soluciones van a tener un costo tan grande, sienten la necesidad, (sus adentros se lo piden) de atribuir responsabilidades.
No podemos negar que todos tenemos unos candidatos ideales y que además encajarían a la perfección en el perfil de sospechosos habituales. Estos no serían otros que los líderes de la banca de inversión. Si hombre, esa gente importante, imponente, con unos sueldos que para sí quisieran los monarcas, gente distante, altiva, que parece estar por encima del bien y del mal. Esa gente que en opinión de muchos, se han dedicado durante bastante tiempo a “engañar” a los “machacas” actualizando el milagro de los panes y los peces.
Esta visión parece correcta pero es demasiado simple para poder aceptarla, además libraría de responsabilidades al resto de actores de la trama.
En primer lugar, debemos buscar parte de la responsabilidad en la situación macroeconómica mundial, que ha sido muy especial, tipos de interés bajos y mucha liquidez, es decir abundancia de dinero barato. Además la tan manida globalización ha actuado de freno de la inflación moderando los tipos de interés y generando una época de vacas gordas con una ingente acumulación de ahorro.
En segundo lugar yo colocaría a los bancos de inversión ya que estos han elaborado unos productos financieros tan alrevesados y complicados, que no los entienden los clientes, pero que yo me atrevería a decir que los mismos distribuidores de estos productos tampoco comprenden muy bien. Además esta complejidad de los productos ha hecho que la sensación de riesgo se viva de una manera muy edulcorada o lejana.
Seguiría con las entidades de rating que nos han certificado estos productos como “pescado de anzuelo” cuando en realidad no iba mucho más allá de “pescado congelado” en unos casos y “podrido” en la mayoría.
No tendríamos que olvidar a los clientes finales. Unos al principio de la cadena, comprometidos con unos créditos que no pueden asumir. En algunos casos se les ha considerado exentos de fortuna y se les a exculpado sin juicio. Los otros, los que están situados al final de la cadena han invertido sus ahorros en una serie de productos que ofrecían buenas rentabilidades y claro, estos clientes presionaban para que la rentabilidad fuera cada vez mayor, la competencia acosaba y en última instancia entre todos han conseguido llevar al límite todo el mecanismo.
Y por último tendremos que mencionar a los reguladores de todo esto. Cuando surgen los problemas, todo el mundo busca la seguridad para sus ahorros reclamando la intervención pública.
El sector financiero se ha internacionalizado sin que la legislación sobre circulación de capitales haya evolucionado de manera similar. Es decir hoy en día cualquier entidad, cualquier cantidad puede traspasar fronteras, sin embargo las regulaciones siguen estando en el ámbito de los estados.
Bueno pues creo yo que aquí no se salva nadie, por supuesto el nivel de responsabilidades no es similar, pero está claro que sin todo este “reparto”, la “película” de la crisis no habría podido ser rodada.
Por cierto, todavía no está rodada la escena final. Los guionistas mantienen el secreto, nadie sabe cómo va a terminar esta película.
Salud y suerte en las inversiones, la vamos a necesitar.